Somoto, Nicaragua.
Hotel Pan Americano: 200 córdobas/persona. Reviews: Le robaron como 90 Euros a un turista mientras iba al cañón. Camino al portón, entro, hablo con la señora: pasamos.
Hotel El Rosario: al otro lado del parque. Busco la compañía de electricidad. Nunca la veo. Encuentro el hotel. 500 córdobas/persona.
Cruzo la calle, hay otro hostal. Hostal Sinaí. Sale la muchacha que ayuda con la limpieza: 500 córdobas, pero hable con la señora, me dice. Hablo con la señora. "Cama matrimonial o dos camas?" Da lo mismo. Ambas opciones: 500 córdobas por la habitación por la noche.
Vuelvo al hostal horrible que vimos al entrar por primera vez. Ahora está abierto. Dos muchachas sonríen. Una está al teléfono. 7 USD por persona por noche en dormitorio compartido con otras 2 o 4 personas. Incluye cocina, wi-fi, ducha compartida.
Camino un poco más.
Hotel Colonial. Calcomanías de todo tipo de tarjeta de crédito afuera. Con sólo ese nombre, ya todo está mal. Déjeme revisar cómo es la cosa en un hotel colonial. Pienso: graffiti con "de" antes y todo estaría mejor. 3 tipos de ofertas. Regateos, tours, combinaciones. Matemática rápida: 60 USD y vamos al cañón, dormimos una noche y salimos con el maccombo hotelero más rápido del lugar.
Paso.
Llevo rato de estar lejos de Jime. Vuelvo al parque que ofrece wi-fi gratis para avisarle en lo que estoy.
"Tengo una noticia que a usted le va a encantar"
Acampar es gratis en otro lugar.
"1 cuadra al este de la Policía Municipal"
ok - voy, camino, bajo, ¿¿adónde putas es la policía municipal??
Se me cruza un muchacho con camisa azul de colegio.
¡Ah, no! El escudo al lado dice justo lo que ando buscando. Claramente le pregunto.
"¿Va para allá usted?"
Le digo que si lo puedo acompañar. "bueno...si le molesta que lo acompañe, tal vez me deje seguirlo" (sin matarme es lo que no le digo. inevitablemente me causan miedo)
Una conversación amena le rompe la seriedad. Sonríe más bonito ese hombre de lo que deja ver su forzada seriedad.
"el entrenamiento de policía yo no me lo desearía"
4 años internados en Managua "con salida los sábados nada más"
Una lista de cuadra y media me dicta todos los rangos a los que puede aspirar.
El orden, la jerarquía, los sistemas de dominación.
Yo sólo quería saber adónde queda el famoso "Bambú".
Él mismo no sabe. Inventa. Luego se corrige. Luego se devuelve. Llegamos a la policía (casi, porque a media cuadra antes se deshace de mí).
Un compañero le ayuda. Bien fácil me guía.
Salgo a la carretera panamericana.
Los hoteles u hospedajes que quedaban quedan al lado de la carretera.
No sólo no hay camping gratis; deberían pagarme para quedarme en ese lugar.
Al lado, en Solentiname le llaman, el perro me asusta apenas al entrar.
Con un perro amarrado que ya está histérico, mis energías repudian fácilmente la opción.
y bueno. A mi esposa le preocupa que ya va a anochecer.
Desde siempre he querido ser esa mujer valiente que se atreve a confiar.
Ya alguien me lo había dicho antes y hace dos días tuve el recordatorio de nada más pedirle a alguien que nos deje usar su jardín.
Camino un poco más. Me quedo sin opciones. A alguien le tengo que preguntar.
Subiendo la cuesta, de nuevo por los borrachos que ya me dedicaron toda su vida muy molestamente a la bajada, hay una señora robusta con una niña en brazos.
Me mando.
La vida es para agarrarla y ver qué nos da.
"Usted no sabe de alguien que nos pueda prestar el jardín para acampar?"
es todo lo que hacía falta decir.
de aquí en adelante, mi corazón le pertenece eternamente a Doña Lidia.
La matrona, matriarca, madre, ceiba, fuerza, luna, loba robusta de este lugar.
El corredor de su casa, de tierra y oscuro, es como el patio íntimo de toda la vecindad.
Niñxs, hombres, mujeres, muchachas, muchachos, borrachos...
Todes entran y salen "como Pedro por su casa".
Me regreso al parque a recoger a mi esposa. Siempre con el miedo de que la oferta haya expirado.
Desde afuera, sólo se veían gallinas ir y venir.
La advertencia está en pie, eso junto con la nota de que se acuerde que casarse conmigo viene con el paquete de no saber en qué nos voy a meter.
Ella sonríe y me sigue amable.
El recordatorio es mío de la dicha que tengo que ella haya querido arriesgar su vida a mi lado.
Entramos.
Un hombre nos espera. El hermano mayor de unos 70.
Platicamos.
Nos sacan sillas de plástico sobre la tierra que compone la sala. Cuadros en las paredes de marcos bien viejos con fotos de personas que ya no veo alrededor.
Doña Lidia aparece con dos tazas de café.
La vergüenza a partir de aquí también acelera.
"¿Dónde ponemos la tienda antes de que anochezca?"
No hay tal cosa. Ella nos limpió 2 camas en su propio cuarto.
En la cocina, una mujer mucho mayor. Ella va a dormir con nosotras.
Salimos a comprar algo para comer. A uno de los chicos me lo robo, aunque bien se ofreció a venir conmigo insistentemente, para ir a la pulpería a ver qué ocupaba Doña Lidia de comer.
Aceite por 40 córdobas, un refresco gaseoso de 3 litros, una bolsa de arroz, 12 huevos y no sé qué más.
Por primera vez en muchísimo tiempo me obligo a oler y comer huevo a la par de mi plato de frijoles y arroz.
La señora mayor en la cocina también es viajante. También está aquí una noche. También cayó inesperadamente. También comparte el cuarto de 3 camas en la noche con nosotras.
Pocas veces he usado la palabra espléndida.
Con la familia de doña Lidia, no puedo más que recalcarlo.
Esta noche me dejó conversaciones tan educadoras que no pude conciliar el sueño.
Mi vida constantemente se re-formula. Y a la vez para nada.
El hijo mayor con todos los hombres de la casa se van en "la arrastra".
Tal vez para mañana domingo en la tarde hayan llegado al lugar hacia el cual salieron hoy en la madrugada.
Paso por la sala y un tele se prende.
Pensé que era fútbol y le iba a seguir recto.
Algo me extraña y me siento a ver baseball.
Tigres de Chinandega contra los Gigantes de Rivas. Debería ir con Rivas, porque venimos de ahí.
Voy y a la vez no, porque con costo me logro acatar de las jugadas que me emocionan.
La verdad es que el partido fue una manera no intencional de ganarme conversación con quien no me dirigía mucha atención antes; el hijo mayor de la amable señora.
Y con eso me gané una conversa entre 3 varones mayores.
Que con Somoza estaban mucho mejor.
La vida en la costa.
La diferencia entre miskitos, sumos, creoles y mestizos.
Nos acostumbramos a decir diferencias, pero pronto le buscamos los beneficios y las similitudes.
Se me aclaran mil cosas, inclusive sobre nuestros propios puertos y deficiencias.
Entre más hablamos, de costa a costa repasando lo social, cultural, político y religioso del país, más me confirmo que Costa Rica no está para estar tan separada.
Centroamérica misma no está para estar tan tremendamente seccionada.
Me llevo unas buenas 3 horas de conversación intensa. Mi necedad y ansias la empatan personas con una mente sumamente abierta.
Comida compartida nos une cada vez más rápido y hoy cuando se fueron, un pedazo mío se va con ellos.
He ido al baño un par de veces desde que estamos acá. Bien si es de hueco patrocinado por la Iglesia Luterana, me da menos asco que muchos otros de mi propia comunidad costarricense.
La casa en la que estamos es todo un barrio a lo interno.
Un rótulo al lado dice "Aldeas S.O.S. de Nicaragua".
El humo del fogón se me mete por la nariz a las 3 de la mañana mientras las palmeadas me dejan con el sin sabor de saber que no hay manera que estas manos, que bien tengo dos que podrían ayudar, no conocen lo suficiente de tradición en la vida como para poder ayudar.
Llevo los ojos ciertamente abiertos.
Tal vez hasta ahora comprendo por qué en la noche duermo en una cama individual con ojos de lechuza.
Tengo demasiado que internalizar, muchísimo que meditar y aún más que apreciar.
La vida sigue siendo buena con nosotras y seguimos amando este lugar.
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