Salimos de Panajachel en lancha en busca de San Juan.
Antes de partir, me rompí el pie en una varilla saliente de una azotea de cemento.
Caminar, tan esencial en este tipo de travesías, se me dificulta un poco.
Aún así, recorremos las casi idénticas calles de San Juan en busca de la Asociación de Mujeres Tejedoras.
"Ixoq Ajkeem" se llaman en tz'utujil.
Vamos preguntando y las direcciones van en todos los sentidos.
Callejón tras otro, se va enredando más y más la cosa.
En una de tantas, finalmente logramos dar con el rótulo que nos haría apreciar la construcción de madera que andábamos buscando.
Al pasar tras la tienda, encontramos varias mujeres comiendo a lo largo de una mesa.
Con sumo respeto y previas disculpas, pedimos permiso para explicar en lo que andamos.
Un sentimiento entre cólera y suma tristeza me corroe en lo que nos hacen saber que alguienes antes de nosotras ya nos dejaron un camino muy sucio.
Voluntarixs previxs vinieron, entraron a la casa de estas mujeres y, como ladrones por la madrugada, nada más se fueron sin siquiera despedirse.
El enorme reclamo que nos separa en este resentimiento es que no han sabido siquiera dar las gracias y decir hasta luego. Es sólo eso lo que les molesta en este pueblo todavía.
Para nosotras, naturalmente es razón suficiente.
De igual forma, en medio del diálogo, las mujeres siguen debatiendo.
Es claro que debemos esperar el censo mientras no comprendemos aquello de lo cual hablan.
Esta postura de sumisión la acepto ampliamente en señal de respeto y cumplimiento de la pena de aquelles que vinieron en mi lugar en días anteriores.
Hay una señora, bella como ella sola, que desde el principio nos sonríe cada vez que le vemos.
Ella es la que se encarga ante la presidenta de darnos siquiera un poco de esperanza.
Pasan quizás unos cuarenta minutos y nosotras seguimos a la espera del consenso.
"Voy a llamar a mi hija" es la resolución de la mesa.
Al rato, una chica viene por nosotras acompañada de un niñito de unos 7 años.
"¿Me hacen un favor?" nos dice su madre. "Ahí me lavan los platos"
Desde entonces hasta ahora, no hay segundo en que no me repita lo privilegiada que soy de estar conviviendo en una casa de una familia tz'utujil.
3 bellas hijas, un hermosísimo niño y un señor que llega tipo 6 con una chica alemana.
Se la topó en el bote y ya le dieron casa.
Las redes que hilvanamos ahorita, como el conocimiento que va entretejido en los hilos de algodón que nutre la asociación, no son contratos ni diálogos que quiera divulgar por el momento (o quizás nunca en ese caso todavía).
Con la cabeza baja en son de agradecimiento, honro lo que la vida nos tira, lo que hemos cosechado y lo que falta aún por ir construyendo.
De aquí a que salga, mi corazón está en una constante apertura de sumo crecimiento.
Lo que otorgo es aquello que quisiera dejar detrás, como mi inglés, mi conocimiento sobre las redes sociales y mil otras cosas "babylon".
Lamentablemente, aquí todo eso sirve para el necesario intercambio.
Y, la verdad, en buenahora que de algo sirvan todas estas marañas.
Mientras tanto, muero por ir de nuevo al muelle a ver los pececitos con Ian.
Así me diga que parezco un mango chupa'o por mi pelo parado, si me pone mango de apodo, seré un mango absolutamente contento.
Que lindo con compartís acá estas valiosas experiencias, gracias!
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