Carlos se quedó hasta la madrugada regando las plantas. Con una naranja y una mandarina que nos baja del palo, salimos camino a Chiapas. Bueno, no sin antes regalarle el selfie que, entre dormides y despiertes, lindamente nos pide.
Un bus a La Mesilla, un moto-taxi de ahí a la frontera y un taxi por 4 kilómetros a Cuauhtémoc.
Si no es por voluntad propia, no nos sellan la salida de Guate. El señor, en una ventanilla escondida, habla de fútbol con algún señorito al otro lado de un mostrador que es mucho más extenso que las necesidades que suple. Está vacío. Cuando pido mi sello, me recibe un "ah vá-i-a..." con el tono legítimo de una cordialidad y despreocupación innata. No hay pago ni revisión alguna.
Ya del lado de México, la misma dinámica. Me sorprende un tipo en jeans y camiseta mientras paso buscando con los bultos. "¿pasaporte?" como preguntando si es eso lo que busco. Afirmación confirmada con una concisa explicación de "4 kilómetros". El tránsito por estas barreras semeja más un amplísimo mercado de ropa americana y utensilios de lo que es una zona de fricciones internacionales. Yo la verdad es que no lo comprendo. O lo que comprendo es demasiado irreal para aceptarlo de buenas a primeras como posible o, mucho menos, como algo cierto. Nada que hacer más que seguir avanzando.
Más adelante, ya encaminadas en una combi (una buseta de 12 estilo Urvan) que debatimos con la cajera si pagar en dólares o quetzales, nos chorrean unos pesos. Vamos avanzando hacia Comitán antes de transbordar hacia San Cristóbal de las Casas. Conforme avanzan las planicies de una tierra quizás algo seca a primera y simple vista, encontramos finalmente las famosas edificaciones. Las construcciones de Bush, Obama - o cuantos apellidos para atrás una le quiera - me aclaran un poco la panorámica migrante. En paradas militares señalizadas como "Alto completo" nos bajan para revisar si, como dice el chofer, una anda coca, fresca o alguna otra soda. El sueño me gana en algunas partes; en otras la absorción de información me impide dejar que mis párpados caigan. Irónicamente, un Sam's Club me despierta a una realidad un poco más mezclada, diversa e intensa.
La entrada a San Cristóbal me recuerda mucho a Antigua. Del colonialismo arquitectónico me voy a tener que pasar escapando. Llegamos a la casa caminando a pesar de la insistencia en que tomemos un taxi. Entrada la noche tengo un diálogo abierto con el roommate de Sergio. Daniel es un chico de nacionalidad mexicana con una cordialidad suprema y, en lo que cocina su cena, me aclara un poco más aquellos cables flojos que me hacen cortocircuito en la maraña de mi cabeza. Entre mapas grandes y específicos que están pegados a la pared junto con datos que me saca de su propio proceso de crecimiento y cultura, me queda claro que tengo aún muchísimo más que calar para comprender las realidades sobre los migrantes en la entrada sur de México. Entre la conversación a San Pedro Sula con el viajero y su padre a lo que revisamos ahora con un egresado mexicano en la tranquilidad de su casa, el viaje se me va enredando a bellas interrogantes que van mucho más allá de las lecturas, La Bestia, el cine, la política, la geografía, el arte y las entidades policiales operantes. Entre más aprendo, observo, me conversan y disque entiendo, más preguntas me nacen de cosas que no parecieran tener un amarre con sentido. México se me hace enorme ahora en los pendientes de mi cabeza y el tiempo se me encoge a la vez que se me expande. Es una sensación extraña, pero la apertura en cuerpo y experiencia me va ampliando y complicando una linda telaraña de deudas y contratos con nadie más que conmigo misma. Creo que ha sido viaje suficiente para irme a dormir sintiéndome sana, pero considerablemente abrumada.
27 de enero 2016
Me despierto a las 6am cuando, de nuevo, todo la casa está en paz.
Un rato en el patio me muestra una luna aún incandescente.
Entre la chayotera, las palomas del vecino y las matas muertas, no sé cómo retribuir a este espacio con algo que nos aleje un poco más del concreto.
Ya empiezo a sentir el chile en el cuerpo. 'Bienvenida a México', me recuerdo.
Hoy, por alguna razón, quiero y aguanto leer algunas noticias. Ni Nación, Prensa Libre....nada d'eso.
Hay mucho moviéndose en relación con las comunidades originarias a lo largo del continente americano. No quiero saber aún las cifras por aquellos del planeta tierra completo.
Hay cosas que me caen justo en el momento preciso:
Ser indígena en tiempos neoliberales. Entrevistas a Mardonio Carballo y Francisco López Bárcenas:
Rico momento para repasarse una leída del manifiesto, aunque acepto que me siento algo como lxs turistas que revisan LonelyPlanet antes de salir a La Basílica.
Al pueblo de México: A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos: No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada. Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos.
Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos.
Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia. Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio. Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.
Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas.
Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.
Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos.
Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas.
Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos. Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido. Nuestra lucha es por la Patria, y el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras. Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.
Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.
Nuestra sangre y la palabra nuestra encendieron un fuego pequeñito en la montaña y lo caminamos rumbo a la casa del poder y del dinero. Hermanos y hermanas de otras razas y otras lenguas, de otro color y mismo corazón, protegieron nuestra luz y en ella bebieron sus respectivos fuegos.
Vino el poderoso a apagarnos con su fuerte soplido, pero nuestra luz se creció en otras luces. Sueña el rico con apagar la luz primera. Es inútil, hay ya muchas luces y todas son primeras.
Quiere el soberbio apagar una rebeldía que su ignorancia ubica en el amanecer de 1994. Pero la rebeldía que hoy tiene rostro moreno y lengua verdadera, no se nació ahora. Antes habló con otras lenguas y en otras tierras. muchas montañas y muchas historias ha caminado la rebeldía contra la injusticia. Ha hablado ya en lengua náhuatl,
paipai, kiliwa, cúcapa, cochimi, kumiai, yuma, seri, chontal, chinanteco, pame, chichimeca, otomí, mazahua, matlazinca, ocuilteco, zapoteco, solteco, chatino, papabuco, mixteco, cuicateco, triqui, amuzgo, mazateco, chocho,
izcateco, huave, tlapaneco, totonaca, tepehua, popoluca, mixe, zoque, huasteco, lacandón, maya, chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mame, teco, ixil, aguacateco, motocintleco, chicomucelteco, kanjobal, jacalteco, quiché, cakchiquel, ketchi, pima, tepehuán, tarahumara, mayo, yaqui, cahíta, ópata, cora, huichol, purépecha y kikapú. Habló y habla la castilla.
La rebeldía no es cosa de lengua, es cosa de dignidad y de ser humanos.
Por trabajar nos matan, por vivir nos matan. No hay lugar para nosotros en el mundo del poder. Por luchar nos matarán, pero así nos haremos un mundo donde nos quepamos todos y todos nos vivamos sin muerte en la palabra. Nos quieren quitar la tierra para que ya no tenga suelo nuestro paso. Nos quieren quitar la historia para que en el
olvido se muera nuestra palabra. No nos quieren indios. Muertos nos quieren.
Para el poderoso nuestro silencio fue su deseo. Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos. Luchamos para hablar contra el olvido, contra la muerte, por la memoria y por la vida. Luchamos por el miedo a morir la muerte del olvido.
Hablando en su corazón indio, la Patria sigue digna y con memoria.
Subcomandante Insurgente Marcos.
EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.La fuerza que todo esto conlleva aunada a mi admiración, respeto y cierta envidia me mueven a impacientarme mientras Dani y Sergio toman un desayuno silencioso en respeto a mi esposa, quien aún duerme a las 8:15 de la mañana. Apenas podamos, quiero irme a Oventic corriendo.
Mientras tanto, Haití me deja un medio bello consuelo airoso para saborear la mañana.
Después...casi 12 horas después:
Vengo con la experiencia revuelta.
Entré
con envidia, ansias, esperanzas y respeto.
Salí con aún más esperanza, sintiendo posibilidades mayormente tangibles, pero también con sinsabores que no sé aún cómo los digiero.
A nivel interno, les doy la noche, una almohada, muchas horas de masticarlo y un poco de paciencia.
28 de enero del 2016
Un mocha, pancito y una mañana más adelante:
Me obligué a dormir al silenciarme los pensamientos.
Logro forzarme a despertar hasta las 9 am y por eso siento que merezco un trofeo.
Salgo corriendo por pancito y mantequilla con los cuales acompañar el cacao. Bueno, un poquito de café a eso para prevenir el dolor de cabeza que me ha estado invadiendo por las tardes. No sé en qué momento pasé de no tomar café a ser adicta a la cafeína. Creo que con el cacao de una a otro me voy a ir pasando. Tal vez. Quizás lo siga alcahueteando.
La tierra del cacahuate, las chamorras, las playeras y las Indio.
Entre Atahualpa Yupanqui, una cobija tejida y mi artesanal mochaccino, me siento con algo de fuercilla para empezar mi recuento sobre la visita a Oventic ayer.
Es tiempo de lavandería de nuevo. Entre 8, 10 y 12 pesos por kilo las calles nos hacen dar un poco de vueltas. Llegamos, 40 pesos más tarde, al mercado de las combis salientes. "¿Donde los zapatistas?", nos dice el hombre a cargo del transporte. Justo para allá es donde nos vamos.
Hay una persona adentro en una urban de 12. Aquí no le tiran al bus lleno, sino apenas a medias. Con nosotras, nos faltan 3 para poder irse. 20 minutos y llega un caballero. 40 más esperando otros dos. El conductor, mientras tanto, se toma dos raciones de atole servidos en jícara por un hombre que carga tombos en una bici de 3 llantas. Llega una chica, pero el primero que estaba ya se impacienta. Las cuenta nos deja de vuelta en lxs 4. Otros 20 o 30 minutos (ya voy perdiendo la cuenta) y por dicha llega una señora del área. La semi-alegría en eso es que casi nunca viajan solas. Con una marimbita de niñas a su espalda, estamos por encima de lo que el chofer esperaba. Hora y media más tarde, salimos finalmente a trepar las montañas que nos adentran en el cerro. Conforme dejamos la ciudad, aumenta la neblina.
Es cierto; las coberturas negras del rostro (o del gobierno y el viento) no resultan remotamente intimidantes. La burocracia de la entrada creo que es bien sabida. No hay nada mayormente diferente a lo usualmente descrito. En realidad, mi golpe al corazón me lo llevo en el intercambio de miradas con unos ojos sumamente explicativos. Dos hombres de piel teñida por el sol o por la sangre en ocasiones distintas me muestran la preciosa transformación de la seriedad de sus párpados a las bellas arrugas de una risa evidente. Eso, junto con la seguridad aumentada de que otras maneras son tangiblemente posibles, es lo que Oventic me deja.
Honestamente, se me hace algo comercial la experiencia. Digo algo por no decir demasiado. No sé si mi crítica es realmente apropiada. En todo caso, la duda me es más valiosa que el juicio. Y en eso, me pregunto:
¿cómo se hace para realmente escaparse o librarse del capitalismo sin, por ejemplo, un punto de venta de tours y mercadería?
Entre más tierras recorremos, más frecuentemente escuchamos que son las mujeres las que han sido las pioneras. En lo originario, la fuerza de ellas se escucha, se apoya y se respeta. Lo que es más, se le insta y se le hacen segundas. Aunque no es en la mayoría ni siempre la cosa, ¡¡cuánta valentía no hemos sacado adelante por defender nuestros territorios!! Es esta admiración la que día a día me jala. Cómo, qué, cuándo o por dónde le voy a hacer para dignificarla es lo que más me anda revoloteando por dentro.
Cuando una mujer avanza, no hay hombre que retroceda |
El servicio de combis es un poco destiempado. Lo que se supone pasa cada hora no hace falta ni intentar creérselo. A la salida, tras unas quesadillas de la señora del comedor interno, empiezo resueltamente la caminata. Andar al lado de estos pinos, en estas colinas y con esta neblina, lejos de significar un sacrificio, el ejercicio y la oportunidad se ven como un regalo. Mi esposa insiste en "pedirle ride a quien sea". "¿Esto cuenta como su bucket list?", me pregunta conforme voy agarrada de la varilla y la tabla que componen la silla en la parte de atrás de un pick-up de familia. De ahí en el quinto del camino donde estábamos nos llevaron hasta San Andrés Larráinzar. El gesto de la familia al darnos el aventón confirmadamente gratis me queda en la mente como cajitas de fe que me tengo guardadas sobre esta humanidad tan cambiante. Caminamos entre más hombres ebrios de lo que debería permitir esa zona. Como un perro o gato en celo que ha tenido más de unas cuantas peleas, van caminando por media calle hacia quién sabe dónde. Aprovechamos para parar en el mercado de artesanías a un lado del camino. Una combi más, de nuevo, pasa sin recogernos. Poco después paran dos chicos que no saben cómo hacer para meternos en su cabina. No hace falta, les digo. Lo que queríamos es meramente un campito en su cajón.
Viajar en la parte de atrás de un camión me rejuvenece recuerdos de infancia.
La felicidad en mi vida se encuentra en los lugares más recónditamente sencillos. En Guatemala no usan casco y andan 4 en una moto. En México me devuelvo a la Costa Rica de finales de los ochenta o principios de los noventa.
'¿En qué se vincula a la prédica y práctica religiosa el exigirle dinero a los turistas entrantes?' es la pregunta que me reservo de tirarle a los muchachitos y señores que me exigen 20 pesos. San Juan Chamula me aumenta el asco al regreso. Una de cal, otra de arena. Mi repudio por la violencia verbal me saca de la iglesia de inmediato. "esto hay que verlo. hay que verlo" me pasa el pensamiento exterior como un injerto por las venas. No sé cuánto obedecer a la imposición de las diversas responsabilidades del viajante y cuánto obviar los medios en aras de mantener el apego a mis valores y apreciaciones. Respiramos un momento para bajarme la cólera mientras revisamos las artesanías alrededor del pueblo. Una blusa bordada a mano a 50 pesos me deja con los mismos dilemas que le reclamo a los viejos enjachadores de la Iglesia de Chamula. No sé si comprarlo hace un bien o si es un descaro inconsecuente. La insistencia de las señoras me suena a que hay alguien en casa que ocupa esa plata. una de cal, otra de arena, baila el ying yang nuevamente. Pasar de un canto o un om a batallas mentales contra un sistema operante. Con todo eso, le damos cierto fin al día y un inicio de nuevo a una noche de diálogo.
Hoy descansamos quizás de esto o quizás del viaje completo, pero pasamos mediodía entre cobijas, desayuno y unas charlas constantemente intermitentes. El plan del día es salir a San Cristóbal a terminar de hacer un breve repaso por las calles del pueblo. El tiempo acá no va jamás a ser suficiente ni para San Cris y mucho menos para Chiapas completo. La deuda queda para recorrerlo ampliamente.
Por las horas restantes y a sabiendas de que'l colonialismo del paisaje de estas calles me es irrelevante y hasta algo chocante, me dedico a buscar aquello que se encuentra permeado sobre o adentro de las paredes d'estas casas. Al final tengo un recorrido visual de graffiti tras otro. Para eso cargué toda una entrada de fotos aparte.
Tratamos de encontrar un balance entre pastas hechas a mano en restaurantes italianos por 250 pesos y los elotes que venden locales a 10 en bici-puestos al lado de la calle. Un hombre mexicano profesor de literatura nos ofrece un postre vegano en medio de un chorro de juicios sobre su propia cultura. Habla sin parar y sin preguntar si quiero escucharle. Evidentemente, escucho con atención como algo recetado forzosamente por la vida de alguna manera. "son como animales y no saben atender a la gente" me habla sobre las personas originarias que él bien sabe que hablan diversas lenguas posibles. Aún no me da el valor para pedirle que aprecie la riqueza que le rodea. Lo que han oído varios mexicanos sobre Costa Rica ha sido sobre el chico que mataron por grabar al viejo acosador callejero, sobre la vaca que metieron en un taxi y sobre los animales en nuestros billetes.
La noche al regreso nos depara aún una mejor mesa de precioso convivio. Horneamos hoy un pastel de espinaca en retribución y despedida con los chicos de la casa, pero a esto se nos une un chileno. Además de ser un oasis sonriente de paz, en medio de su larga barba y extenso cabello, nos aporta a la mesa un riquísimo diálogo sobre comparaciones internacionales. Desde Chile ha venido subiendo en moto a parar por acá un tiempo. Desde las 7 hasta la medianoche pasamos lxs 5 hablando de toda América - y Europa - completa. Las enseñanzas verdaderas me han calado mucho en relación con las experiencias de intercambio cultural que me regalan aquellas personas que tienen la dadivosa y desinteresada costumbre de hospedar gente viajera.
Mientras tanto, algo que no sabemos es qué nos espera mañana. El recorrido final no nos es nada claro. Por ahorita, entre Toniná y Palenque a algo le acertaremos. Ahí que la vida nos dicte para adónde y por dónde migraremos.
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