"Al segundo día le llegan más" nos dijo ayer sabiamente un niño de 15.
Hoy, justo, es su cumpleaños.
Lejos de la escuela o colegio, ya él está en plena libertad de escoger su camino de vida.
Por acá y por allá me pregunta cosas sobre nuestra vida.
"¿Has visto el mar?" le pregunté el otro día.
Donde él me dice que lo ha visto,
Aunque bien ha viajado mucho para llegar ahí, no ha terminado su isla todavía.
Ya en Managua desde el primer día intentó asimilar lecciones que me han dado de vida.
Tenemos la necia tendencia a comparar a manera de comprender.
¡Cuánta libertad vislumbro si llegamos a crearnos el hábito de apreciar las cosas, gente, lugares y sabores sólo por lo que son y no en comparación con lo que conocemos hasta ese día!
Sé que con la noción de libertades hay muchos engaños más en fila.
Hoy José María reivindicó al ladrón de Figueres Olsen.
Este era igual de chiquito, pero en su escaso medio metro cabían más luz y sonrisas de las ir muchas veces he visto en todo un auditorio lleno de adultos formales bañados en etiqueta.
Para el día 2 de nuestra sesión tuvimos 2 niñxs.
De 2 pasamos a 4.
De 4 llegamos pronto a 6.
De 6 escalamos a 8.
Con 8 pasamos el día.
Tengo una mezcla de sentimientos terrible.
Las carcajadas de estxs niñxs es imposible valorarlas numéricamente.
Es como si sus risas en grupo corriendo por el lugar me inyectaran el corazón intravenosamente.
Dicho en términos más cotidianos, es como si su alegría me llegara por wi-fi directo a la aorta.
Esas pulsadas de amor, inocencia, disposición y voluntad se mezclan con una serie de esperanza, soledad, ingenuidad y talento.
La sola sonrisa constante de José María basta para levantarle el ánimo a todo el grupo.
No hacen falta cronómetros; los descansos, las pausas y la duración de los ejercicios van de la mano con su propio y genuino aguante.
No creo que hayan pasado 30 minutos antes de sentir los famosos abrazos a las rodillas.
Conforme cerramos el trabajo, las vergüenzas se han soltado, los ánimos persisten y la gente reprograma.
A ver que nos depara mañana.
Mientras tanto, mi carrera se pone a prueba minuciosa y profundamente.
Sin el teatro comunitario, no creo que la cosa tenga mayor sentido para mí.
Sin el trabajo "de campo", se pueden quemar las horas de aula, pupitre, piso y ensayo.
Cada vez que he estado tras telones o en cabina valen un cinco si no puedo lograr dejar algo que en algo a ellxs les fortalezca.
6 actuaciones me dejan lejos de actuar confiada y tranquilamente en un teatro y ninguna clase de comunitario me deja hoy con un sinsabor enorme sobre el énfasis que estamos trabajando.
Un poco de todo...
Un poco de todo.
La cosa es cómo, en esto, vamos mejorando.
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