Wednesday, September 21, 2016

A 2 días del taller de lesbianas

Lo que me gusta de la poesía escénica es que combina las artes y las letras. Sí; esas mismas facultades que ponemos bajo una misma y las llamamos hermanas o primas y tías-abuelas. Eso aunque por la 16 nos sacan por la parte de atrás. 

Taller de spoken word: Cuando las lesbianas hablamos. (y bisexuales, dice Jimena)

Monday, September 12, 2016

Diálogos anti coloniales de lesbianas

Pasé de un simposio anti/de-colonial a un festival de lesbianas y bisexuales. Pasé de las aulas a la calle y de la casa a los libros para seguir socializando. De un teatro a un aula y de un bus a un cuarto compartido. De un auditorio a una cancha de futbol y de un piso a un escenario. En ningún espacio tiene nadie verdades absolutas ni definitivas. Empezando por las mías

Saturday, August 27, 2016

Celebración cumple de Jime - nueva casa de Majo

I don't see her
just for her skirt, her dress or her evening underwear.
I feel her
On my skin.
Somewhere amidst my gullets.
Radiating
all around me.
She chose that.
To be with me,
to bear through my changes.
To hold on to me
Even when I'm dying to jump elsewhere.
She sticks with me
As I stick with her.
We stick
not to, but by each other.
For as long as it's healthy, harmless, joyful and wanted.
We stick by each other.
Or at least we try to.
without measure, without compromise.
We stay by each other just as much as we can and want to. 

--
 
mi esposa es una rica. y hoy celebra su cumpleaños.
yo hoy cocino unas papillas ahí - hago lo que puedo con lo que tengo a la mano.
mi esposa viene con sobrina, cuñadas y mejores amigas.
una que me alegra la vida, otras que me cuidan y enfrentan, una que da yoga en la sala de mi casa. o todas a la vez que pueden fácilmente juntas hacer todas lo mismo.
luego me voy al colegio - bueno, a la "Escuela de teatro". Y paso pensando cómo hacer de esta comunidad algo tangible en ese otro espacio.
ahí poco a poco lo vamos encontrando. 
por lo menos lo sigo buscando.
mientras tanto el clown que me siga acercando...
El martes interpreto la conferencia de Patch Adams.
La vida aún me sorprende.
Creo que cuando he deseado fuerte, la vida se ha encargado de cumplirme. Ha durado sus años, porque eso es lo que dura el sabor de su benévola recompensa, pero también es ése el dulce de un néctar que se cocina como un anhelo genuinamente desinteresado que hasta con mucho tiempo está listo en el caldo de su propia masa. 

Sunday, August 14, 2016

El día de mis madres

Sé bien lo que es la transferencia
Desafortunada y afortunadamente, también sé lo que es la contra.

En la bahía a salvo de esos prejuicios tan convenientes para un funcionamiento sistémico,
me siento a escribirles un tributo a mis madres.

Que madre tengo más de una.

Empecemos por la reina
por la dueña de mi celda
por la reina que sigo a todo lado
la mujer por a la cual yo por siempre le respondo
le escucho
y le hago caso.
Esa
es mi madre.

Cuando me dijo que me fuera,
que viniera con ella,
que la escuchara
que le hiciera algo de caso.

También la que me sigue
y me ha seguido la vida entera
desde parirme
hasta oirme

con cada chicha
tristeza
urgencia
o lamento.

eso la hace a ella la reina madre.

han habido otras con las cuales he compartido
al punto de compartirnos las camas
a esas madres
les celebro su riqueza
de ser mujeres que saben divertirse, sexuarse
y encontrarse siendo madres.

hay madres que son maestras
a veces les dicen profesoras.
el aguante supremo a mi pedantería ignorante de quien constantemente se encuentra en busca de un sentido.
el mismo que me enseñan
a encontrarlo en mis propias preguntas y respuestas.

y luego las madres.
las madres
amigas
amigas como tales.
a esas bellas mujeres
les doy gracias y el abrazo
la sonrisa
el vinito o el té que quieran.

se admira la valentía, perseverancia, obligación y naturaleza (nata o nunca nacida) de su constante valor y cobardía, su eterna picardía y su constante osadía. muchos sustantivos rimados al mismo tiempo.

y siempre ellas, en su son, bailando a lo largo de la vida y conciencia.

Friday, July 29, 2016

Últimas vacaciones de medio año en la EAD UCR

Ojalá sean las últimas;
Al menos de medio año.
Para el próximo año espero estar lejos de aquí,
en algún la'o,
de alguna manera.

Cuando pienso que llevo 33 años de pasearme por la misma calle principal
(que es la única que lleva a mi casa),
a veces mi cerebro contempla el impulso de tirarme de la moto y causarme un accidente.
Para así hacer algo
ALGO
por dejar de estar viendo cada día estas mismas calles y siempre la misma gente.

En la vida hay que agradecer y ese conocimiento y costumbre no es la excepción de ninguna forma.

Entonces agradezco y sigo; sin tomar acción alguna sobre lo que mi cerebro alucina.

Poco a poco sigo postergando los días de vivir en Mata de Plátano.

El otro lado de mí pega posters en las calles llamando a la comunidad a hacer teatro.
En mi sala.
No en mi casa, sino también en mi patio.
Y es que el amor por este lugar también me es infinito.
Porque sólo esto conozco,
pero a la vez pertenezco a miles de otros lugares que he conocido a lo largo de la vida.

Cuesta tomar conciencia
cuando una ha tenido privilegios
de que lo que dice, hace o piensa no es lo hegemónico para mucha gente.

No sé qué culpa tengo de conocer a una persona que quiere ser mi abuela en otro lugar del planeta.
Lo único que puedo hacer es agradecer y tomar nota:
"No todo el mundo tiene abuelas adoptivas que se mueren por hacerle un chocolate en otros lados del orbe"
Y a la vez saber que lo podríamos tener todes.
Si nos dejáramos saber que viajar es cuestión de disponerse a irse.
A la par a la pulpe o a la par al país vecino o a la par al país del otro lado del charco.
Mayor cantidad de plata hemos gastado si contabilizamos cada entrada al cine o cada caja de cartón llena de palomitas dulces, saladas o mixtas.
La cantidad de coca colas diarias o el baguette con La Nación que le llegan a dejar en bolsa a la casa.

Estuve en Playa Negra, Avellanas y Tamarindo esta semana pasada.
De viernes a jueves, decía el itinerario de viaje.
A uno le parecía mucho, a mí me parecía justo.
Al final me parecía mucho, quizás a él se le hacía lo justo.

Las cosas cambian.
La gente cambia.
Yo cambio.
Me permito cambiar, porque sólo así seguiré creciendo.
Sólo así puedo ir mutando.
Y, en lo que cambio, permanecer yo misma.
Siempre yo, buscando en todo lado o en toda parte.

No me encuentro
Entre los rótulos de monos y Sharky's de Tamarindo.
No me encuentro
en las olas de 4 metros que toman los surfos
No me encuentro
en un copo sin leche pinito que le compro al "viejo guanaco"
No me encuentro

Porque lamentablemente soy todo eso
a pesar de lo que quiero y deseo ver en el mundo.

una playa con eco-turismo sostenible.
¿es tan difícil eso?
Reciclaje y compost como componentes esenciales de los materiales de desecho de cada casa, restaurante o bar del orbe.
Niñes como prioridades de la humanidad entera.
Adultes mayores - en vez de pedófilxs - apreciades y valorades como gente sabia que no sólo juega en el casino y busca mujeres jóvenes para cogérselas.
Bares con barra libre donde la piña sea orgánica,
porque también se vale salir y no pegarse la fiesta hasta quedar noqueada vomitando.
Porque también se vale salir y no quedar asqueada
casi vomitando
por ver el mundo que hace de Costa Rica un lugar más de comercio, perdición, explotación de bienes hídricos, naturales, inmuebles y muebles a punta de los recursos naturales que nuestros dirigentes actuales o pasados han regalado libremente sin siquiera la consideración de pedir algo a cambio para el pueblo que ciegamente les re-elige.
"Que no me de un cancer o un tumor cerebral pronto,"
me paso recordando;
porque mi cabeza navega muy lejos de donde tengo el cuerpo cada vez que me sumerjo en algo más que una ola de pura agua salada que me lava lo más íntimo de mi vientre.
Me permito revolcarme con la fuerza de la corriente a ver si acaso se me lava la conciencia de lo mucho que otres sólo buscan lavar dinero.
Busco en el horizonte otra lancha o panga local entre 15 catamaranes,
porque hay una parte de mí que quisiera dejar de pensar en el chiquito que roba billeteras o trafica algo más que el prefijo de la coca cola que le dan a cambio.
Privilegios de clase alta el ser letrades de primera clase en las mejores academias del mundo.
A menos que sea talentosx o brillante, en cuyo caso puede optar por becas limitadas para unos ciertos porcentajes de gente.
Caer en cuenta que debo hacer las paces.
No sólo con esto,
sino con lo que el mundo ha decidido hacer, de mí y de nuestro lugar, en este planeta tierra.

Wednesday, July 6, 2016

Cuando cierra el semestre...

Le pedí a mi cuerpo que aguantara hasta mañana...
Llevamos semanas en éstas
Cuidándome y descuidándome la esencia
pura y natural
de un cuerpo de hueso 
y alguna manteca con carne

Le pedí al cerebro que parara

A veces pudo
Muchas veces no le dio la gana

Le pedí a la vida que me apañara
Me cacheteó
Y luego me tendió la cama

Le pedí al cuerpo que revitalizara
Me dijo que no
Que hoy es tiempo de descanso
de ser feliz

De estar conmigo un buen rato

Lo que pasa es que apuesto que Beckett no tenía una esposa que, cuando llegaba a la casa, le dijera que su intento no había sido lo suficientemente feminista

Monday, June 27, 2016

27 de junio del 2880

pareciera que la que sabe actuar es ella
poses perfectas con el sentimiento al fondo
la imagen perfecta
pero no entiendo cómo pasa
cuando ahí yo no quería, siquiera, estarle dando un beso
¡Y aún así sabernos tan enamoradas!
Suena como si escribiera un poema de amor
Y la verdad no es eso
No está ni cerca de ser eso
Porque eso implicaría una cursilería
La amo sin la rima que no me exije ni espera
Porque sabe por dentro de sí - como si fuera mi hígado,
Lo mucho que tampoco me importa
Andar por la calle siendo un payaso
O si quiero venir a casa y llorar toda la noche
Ayer salí de la casa porque no puedo no querer verla
un domingo
toda la tarde
mientras ella sale y vende brownies
"Y hasta en eso siento que camino acompañada" decían mis votos.
Sobre otra cosa. Otra cosa totalmente.
Pero sigue resignificando en la multiplicidad de los contextos
sigue significando en la eternidad del momento.
"She's mine" decía
No yo
Ni ella
El rótulo que nos propusieron cuando nos pedían que posáramos.
Quisiera recordar la extensión exacta de mi músculo facial izquierdo para poder algún día,
Quizás
replicar ese gesto en el teatro.
Porque ese tipo de risa sarcástica que quisiera decir algo entre "me está jodiendo?" y "ah! perdón! Es que usted aún cree que poseernos como animalitos es lo más progre que ha visto en su vida!" no la encuentro con naturalidad en la cotidianeidad de mi entorno. Por dicha.
Y al rato sí; al rato ya es tan normal que me nazca que he aprendido hasta a tratar de determinar cómo es que jalo el músculo para poder reproducir el movimiento - sin estar actuando. 
Y darme chance antes de mandar a comer mierda a alguien
Agradecer poder decir "nosotras no nos poseemos"y seguir adelante. 
porque razones para pensarlo me han sobrado en la vida
y eso creo que es lo más lamentable del asunto.
¡ojalá nunca tuviéramos que estar actuando!
como esa otra foto; ésa que sí comparto.
que me sorprende que se vea como lo hace porque no fue más que un momento.
un instante en donde permití
tras inevitablemente cuestionar sus intenciones
que se me fotografiara para impactar gente
como una lata de atún
"dénse un beso para ver si alguien entiende" podría haber dicho menos sutilmente la comanda
Somos gente. y a mí me duele pensar que nos matan porque la persona que tenemos al frente comparte hasta la noción de los genitales, tal cual son o como se quieren, con unx.
Pero es que quien nos mata (con pistolas o con burlas, con el 'playo' en la mejenga o la homofobia al 100%)
yo creo que ese homicida no comprende eso
o lo entiende demasiado
Me da tristeza y muchísima lástima ver gente tomándole fotos a lxs drags como si fueran marionetas.
no quienes se entiende que comparten, esa gente no.
"los otros"
quienes lo hacen por burlarse y pecaminarse
así como me tildo yo y me tildan a mí ellos.
Y es que entrar en ese juego de
"decíme porque te mando"
es precisamente lo que me roba la paciencia.
y si se pierde eso, lentamente se va perdiendo la vida.
somos gente.
caminando por la calle un día.
nada más que, para hacerlo, al menos un día al año hay que ir a ponerse coloretes y estar felices de lo que sobrevivimos los otros 364 días del año. y éste. Inclusive éste. Especialmente éste día.
hay un día en que nos abren las calles para que desfilemos.
¡Pero no es una pasarela la intención de la cosa!
Es una concientización al final del día
de alguien
quien sea.
pero que lo piense.
Y yo no sé cómo controlar, manipular ni juzgar eso. 
Si quieren desfilar de mil maneras diferentes...
¡que lo hagan!
Pero que a mí no me encasillen ni a lo interno de la comunidad por pensar lo que siento y sentir lo que pienso
nunca
en ningún momento dado.
porque en lo que estamos todes
es viendo a ver cómo vivimos.

Orlando could've been me.
your son.
your nephew
or your daughter.

I am someone else's sister, daughter, aunt and soon-to-be mother.
I already am many people's something or other.
Y por eso yo no entiendo....
¿Qué nos para de haber sido Orlando?
¿Qué hace usted para que a su hijx, hermanx, tíx o nietx no le maten mañana cuando sale a un bar a tomarse una birra; o le griten nombres en la calle porque se está riendo a su manera - de la manera en la que sea? Y no es cortar derechos y posibilidades; muy al contrario, se trata de abrirlas.
y dejar que cada quien se defina
(¡u ojalá no lo haga nunca!) 
y también ojalá algún día
sea quien quiera ser
más allá de categorías, razas, géneros, placeres y privilegios
muchísimo más lejos que de un simple asunto de "clase"
Ojalá, 
a leguas de toda la eterna cadena de los miles de síntomas de nuestros diarios cánceres sistémicos, encontremos nuevas maneras de entendernos 
lejos de estas bellas,
pero también podridas 
sociedades.

Sunday, May 1, 2016

Director's decisions: starting to feel the angst and bitterness of making decisions

I've failed.
In trying to be selfish for once.
turns out I needed to fail, I guess.
Thinking solely of myself has never ever made me happy.
It has sometimes made me miserable to think how my lack of selfishness has often translated as people's open door to inflict upon me whatever it is that comes out of their experience, their present and hearts.
at least now i learn I have never regretted anything anyone has ever done on me. cuz in some way i needed the experience.
to grow
to face myself
to lead my own living

it had been a while since I had last felt this miserable.
i've cried. my heart and ears out.
i've been sad for days, my energy on the ground, trying to revive it.
sometimes i find it.
sometimes i lose it.
sometimes it just comes to me.
i've learned so much from this! for as close as i was to being fully at ease in my head and heart knowing I had not purposely wronged anyone for as long as I can remember, it only takes a couple of ill decisions to change that. any second. any minute. at any given moment.
whether i want it or not
purposely, or without knowing what you were doing.
i've wronged.
for whatever the reasons, the truth is
i've failed.

i've failed.

one of my masters says "fail harder"
masters I can have many
I can make of anyone
I can find anywhere
people are brilliant if they let themselves shine their essence out into the world.

but

i've wronged
i've failed
and i've done so at the expense of others.
as a vehicle, some say.
to even karma.
as a vehicle, I say.
not even for karma.
and that's how i keep learning
of life's "bigger" purposes.
of living
failing
and how there's nothing left
but to keep trying.

to breathe.

-inhale.
exhale.-

keep living.
for as long as there's life, your purpose is still on its way to absolute, utter and magical fulfillment.
your purpose is already on the course of its magical fulfillment.
you are the course of your very own fulfillment.
you
here
now
are the very manifestation
of magical universal fulfillment.

Monday, April 25, 2016

Las luchas, los sueños y las cosas

Hace unos meses desconocía cómo era Nicaragua, Honduras, El Salvador o México.

Había cruzado Calais, tomado birra con agricultores de cerveza dentro de sus propias tierras alemanas en completo habla de su idioma, sabía lo que era llamarle hermana a una chica rubia y con pecas a quien luego le mostraba Punta Leona a mis escasos 15 o 16 años, pero no había jamás comido pupusas palmeadas por una señora o chicos en algún barrio salvadoreño. Recuerdo que mi grupo de clase se negó a ir a Nicaragua cuando era hora de nuestro propio turno en el intercambio colegial de ese año. Y mis profesores lo permitieron. Y las madres y los padres. Y toda la gente.

Así, crecí desconociendo cómo se veía San Pedro Sula, adónde era que estaban realmente los restos de los mayas y adónde los de los incas, cómo sabía un maíz con tomate y chile en una mazorca en las calles de Chiapas y cómo se transformaba el sereno en niebla en las montañas del Quiché.  Pero ya para mi adultez joven me había esmerado en tener bien grabada en la mente y en mi propia carne la diferencia entre un invierno y un otoño o verano en Central Park o cómo se sentía bajarse del metro y salir a los meros Champs Elysées. Sentía placer de poder respirar los aires fríos de la afamadísima Europa y veía los viajes a Guate como las vacaciones baratas que me podía pagar con un sueldito mínimo mientras me explotaban en el 9no piso de Torre Mercedes.

Y hoy aún desconozco Perú, me falta ir a Cochabamba, ir a meterme a las cordilleras andinas y compartir con mi gente.

Porque no es que mis amigos en Kenya me signifiquen para nada menos que mis excompañeres alemanes o que doña Lidia en su casa de madera y tierra en el bello Somoto en Nicaragua. En lo más mínimo.

Pero, al rato, si cada une se ocupara de su pedacito más cercano de tierra, tendríamos un planeta un poquito más equilibrado.

Quizás sea una buena, *aunque no única*, manera.

Yo me encargo de a poquitos y a como pueda de compartir un rato con lxs niñxs de Ipís buscando sacarles una sonrisa o un ratito lejos de su amargura y que mis compas en Kenya sigan luchando por llevar mejores oportunidades a sus pueblos.

¿Qué hace usted por lxs suyxs?

Llevar galletas en la guantera del carro - al menos - para quien le va a pedir en Chepe Centro es algo, pero no es suficiente. No se vale agarrarse de la excusa de la furia que tienen quienes viven en la calle para dejar de seguir intentando ser solidaries con quien convivimos.

Por cada persona que gana más de 200 mil pesos mensuales - sin ahondar siquiera en los flujos de mayores excedentes de dinero a cambio de trabajos, cuando mínimo, sumamente demandantes -, creáme que hay alguien en algún lugar que no sabe cómo le va a dar de comer a sus hijxs hoy en la noche. No en Algeria o en Siria (aunque bien que estamos mal por allá todavía). ¡No!

Ahí, en las afueritas de Los Yoses, de Trejos, de Moravia o de Guada.

Por todo lado hay gente que vive al margen de los privilegios que a muches de nosotres nos fueron inculcados como oportunidades naturales de nuestra clase; sea la que sea la clase en la que nacimos. El concepto de una clase social - que recuerdo me enseñaba mi padre a mis escasos 9 años - es una teoría e historia muy conveniente para que usted se sienta en el derecho de gastarse 600 dólares en un spa en Francia si le diera la gana. Y para que quien rebusca en los basureros se sienta en el derecho de metérsele a robar a su casa a ver si por lo menos recobra un poco de lo que a usted le sobra para poder ver cómo hace para seguir su camino en la vida. ¿Qué tal si igual me voy por el spa a un lugar donde reclamo que tengan un negocio sostenible con el medio ambiente, en donde la gente que me trabaja el cuerpo también tenga chance de cuidarse el suyo, de jugar con sus hijxs, de ser feliz y aún así venir a masajearme? Y si luego quizás me voy a comprar en la feria del agricultor - ojalá orgánica - ¿en vez del Automercado? Digo esto por más que comprendo y aprecie quizás de manera semi-agria el todavía poder ir al Auto de vez en cuando en busca de aquello que no encuentro en ningún otro lado, como ese Tahini de Macedonia, el chocolate belga o la mostaza orgullosa y originalmente alemana. Digo...son maneras. Pequeñas. Minuciosas. Obsesivas, quizás. Pero es que....no sé si realmente hemos caído en cuenta que la cancha de futbol 5 con el césped sintético es tan parte de Monsanto como una naranja orgánica que le compro al mae de los cerros de no sé ni dónde (¡reina y abunda de nuevo mi ignorancia!) va de la mano con el potrero de fútbol donde no me cobran por tirar una bola a jugar en cualquier parque o potrero de una comunidad un rato. Que la mostaza en planta es quizás más rica que la semilla que me vendieron ayer en vino blanco en un tarrito o que puedo disfrutar de un Frey o Guylian cuando también me compro una barra de chocolate vegano a un productor "artesanal" (sin menosprecio, sino con el respeto propio de la palabra "artesano") a un mae en una feria. Un mae, a quien, además, amo. En vez de una caja con un sello industrial de una maquila en México bajo la bandera de una empresa suiza, belga, francesa o italiana.

Si algo he descubierto dándome el rotundo lujo de dejar un brete de 4 cifras gringas por un depósito de 5 numerales ticos de la UCR es que la vida puede ser mucho más simple, pero exponencialmente más feliz si tan sólo me dedico a irme de nuevo a mis raíces. No lo pretendo como una lección, como un regaño (¿qué autoridad tengo yo para eso????) ni como lectura para que alguien ponga unas barbas en remojo - que bien me molesta esa estúpida frase sexista, todavía. Realmente sólo escribo, sin mucho pensar, sobre todo aquello que me circula en la mente en estos 3 minutos de no ir a la U y quedarme en casa regando las plantas. Porque todo significa, pero a veces hay cosas que nos llaman. Y esta lucha que me ando en necesidad de abrirme el corazón a un mundo mucho más ameno es una de tantas ellas. Sólo pienso que sería lindo que fuéramos más personas en éstas desde pequeñisisísimos cambios en nuestro diario cotidiano, porque realmente nada nos cuesta y mucho nos regala de vuelta en la enorme retrospectiva de una vida con sentido en la tierra.

Saturday, February 20, 2016

20 de febrero - un día cualquiera

He hecho kundalini con una persona que abre su casa para quien quiera y crea. a cambio de nada. con constantes regañadas de que no necesito llevarle ni hacer nada por compensarle su bellísimo esfuerzo.

Con la práctica, más y más ventanas se abren. Las ventanas de las cuales nos hablaba Mario en La Burbuja;

las ventanas del alma.

Nuestra pared ahora tiene un muro con un(a) bellx caracol(a).

"Semilla" he decidido ponerle. Y la propuesta me la aceptan en la casa.

Estamos trabajando en la Semilla de abrir clases de yoga, teatro para niñxs, manualidades, quehaceres, saberes y compartires.

El jardín va creciendo y las siembras las hemos ido repartiendo. Salimos a otros jardines, a unirnos con las comunidades.

La comunidad de nuestro distrito está activa y poco han ocupado para irse activando las comuniones. Un grupo en whatsapp, un poco de amor a las redes sociales y los proyectos comunitarios han ido floreciendo por su bella y aceleradísima fuerza. Entre seguridad, ecología y oportunidades sociales, poco a poco se van uniendo y creciendo.

He ido moldeando el exceso de libros en mi casa a una biblioteca. Ahora que sirva para que la gente venga, saque libros y se lxs lleve. Abrimos el intercambio y fomentamos el trueque de todas las maneras posibles.

¡Acérquense! ¡Vengan! No necesitan nada más que el tiempo y las ganas. Aquí las cosas solas que vayan surgiendo.

Wednesday, February 10, 2016

8 al 10 de febrero

8 de febrero

Nos ganan en levantarse a las 6 de la mañana para salir a la capital de este país tan compreso.
Tipo 7 se activa la burbuja; tiempo suficiente para bañarme, que Jime despierte, y poder despedirnos al menos de uno que otro chico antes de zarpar a la calle.
Buscando el buenos días y hasta luego con uno, se reactiva la burbuja completa. Todes salen a despedirnos a las hamacas y los sillones.
No nos vamos sin antes firmar el libro de couches.
Un abrazo a cada uno; uno tras otro. Es algo así lo que se suponía que se sintiera levantarse a recibir el título para finalmente graduarse. Nos sentimos benditas en la salida a nuestro regreso.
Tres buses y llegaremos al Metro (diminutivo para Metrocentro) - sea lo que sea que eso significa.
Tomamos el bus de las 8 desde La Ceiba; otro bus amarillito en donde yo le iría abriendo, cual asistente de chofer, la puerta amarilla a la gente.
Parque San Martín es lo que buscamos primero. A dos cuadras del mercado, me adentro a buscarlo entre la anonimia del gorrito de mi sweater negra. En pleno sol de la mañana.
Al pasar entre las verduleras, le he de haber hecho ojos melosos al canasto de mandarinas.
Cuando llego a comprar sólo 1 para desbabearme en el camino, la señora/muchacha me la da a cambio de nada.
"¡a'i iévesela!"
- nono, pero cuánto cuesta? de veras!
- ¡A'I IÉVESELA! la misma insistencia en rechazo de un menosprecio que me hiciera un marero unos días antes, pero esta vez del otro lado de la increíble solidaridad abundante.
Metrocentro terminó siendo un mall enorme. Suficiente para que mi esposa tome café con un postre de mil hojas para sacarse su antojo antes de volver a casa. Para eso y para buscar wi-fi para hablar con la chica que hoy en la mañana en su casa nos espera.
10 y media, aproximadamente, vamos caminando entre Avenida Izalo y la Universitaria. El cruce de caminos mismo lo anuncia; esta zona es mucho más tranquila como lo académico e histórico demandan. La frescura del aire menos violento se percibe desde antes de las gradas del bus del cual bajamos y se confirma tras bajarlas completamente con el vendedor de frutas que sin un hola amablemente nos ubica, nos sonríe y nos guía.
Tenía un clavo aún del viaje en relación con los zapatistas. No pasaría ni media hora hablando con Nico, la chica que nos recibe con portones abiertos y llaves en su casa, cuando ya la bella me facilitaría los libros de texto de la segunda generación de la escuelita. Paso la tarde en una sala acogedora viendo video tras otro de cada una de las caracolas. El almuerzo es vegano taiwanés de una señora como a dos cuadras. No hay mucho más que una pueda pedirle a la vida.
El atardecer lo buscamos en un mirador al cual nos fuimos caminando. Tres chicas a pie y solas por las calles de San Salvador; ése es el orgullo que me deja Nico de toda su estadía.
Comimos platos típicos - uno tras otro - hasta decir que no podíamos más con un simple bocado más del todo. El elote loco de El Salvador estaba un poco más cargado de salsas que el de diez pesos de Chiapas. No se trata de comparar, y esa lección todavía nos cuesta.
Los aprovecho tal cual y dejo de tratar de describirlos.
Dejamos la vista de la ciudad con sus lucecitas prendidas en medio de onduladas montañas.
Finalmente otra cosa que quiere mi esposa se le cumple sin mucho esfuerzo más que el pensarlas:
Nico nos lleva a un bar LGBTQI que queda por su casa.
Entre ventanas que han sido quebradas (si por pedrada o por pleito me queda pendiente de confirmar), unas cuantas banderas de la comunidad y una mesa de pool, somos parte de las escasas 10 o 13 personas en el bar.
La vida nos la hemos contado entre Nico, Jime y yo de manera completa. Sueños, recorridos, aventuras y conocidos. Las horas pasan rápido y a la vez lentamente entre tanta conversa. El día termina temprano con 3 almas bien encamadas.
Capuccino y Botón, los gatos hermanos de la casa, del pelaje de mi gato Gabri me hacen sentirme cada vez más cerca de casa.

9 de febrero

Pensamos las 3 estar levantadas tipo 7. Hablamos todas muy matonas. 8:40 y se van oyendo las puertas. Un desayuno entre jugo de naranja recién exprimido, avena con frutas y miles de especies, tortillas recién palmadas y un aguacate con limón, sal y el té que cada una quisiera nos hace contarnos los sueños de la noche anterior y aquellas visiones de vida. Un poco sobre El Salvador y Cuba, otro poco sobre Costa Rica, Francia u Honduras. A cada una se le despiertan los intereses que más le resuenan.
Dejamos a Nico trabajar un rato antes de salir al mercado. Aunque nos han dicho que no se hace, a ella no se le hace mayor bola. Nos vamos al centro a ver la catedral, el teatro nacional, el mercado y la gente. El único daño posible es el psicológico gracias al acoso callejero, pero de eso que se libre quien pueda en las maneras que lo logre. Es claro que nosotres en eso no hemos avanzado lo suficiente.
Caminamos entre relojes, lámparas, cámaras y teléfonos viejos; entre artesanías nuevas y útiles escolares a rebaja casi en media calle. Legítima hora de gastar los últimos cincos de más en comprar algunas deudas personales o colectivas. Cuatro huacales de morro nos recordarán el chilate de anoche y darán a la casa un poquito de sabor de tantas comidas compartidas que nos han dado en la vida.
Nico camina y camina con calles sin descanso. Pregunta direcciones y avanza a paso firme, pero pausado, entre las tiendas del mero centro. En una puertita del viejo edificio simán se mete a un vegetariano con un menú completo de comida vegana. No sé cómo, pero lo logra de nuevo. Entre plantas medicinales y esencias que se venden en un mostrador al lado, una señora me sirve un té hirviendo de moringa. Justo lo que ocupo para poder seguir caminando. La precaución completa del viaje la resumo en tener la delicadeza de ponerme un gorrito de lana en el sol de mediodía para evitar cualquier otro problema con cualquier mara. Esa es mi honra a la cantidad de comentarios de preocupación de la gente. Una anda sola pero no es que no tiene vida y gente que le espera. Apenas tomamos el bus de vuelta a casa, el gorrito se guarda y comienza la aceleradera. Dollar City me da libros a precios bajos sobre autores salvadoreños que hace rato ando buscando. Se llena de libros de teatro tan valiosos que ahora entiendo por qué no se encuentra en ningún otro lado. La biblioteca de esta tienda es mejor a las bibliotecas regionales que hemos visitado. Le buscamos el hueco a la piñata de Nico para un novio en vísperas de cumpleaños y de ahí es hacer maletas para tirarnos a lo que llamo "la última aventura del viaje".
Las recomendaciones por gente en la cual confiamos, Nico incluída, es arduamente tomar el taxi para llegar al aeropuerto. Según nos explican, carretera al aeropuerto es la ruta que se toma para ir a las "zonas" más concurridas por maras. Son sus hogares y tienen tanto derecho a tránsito en las tarde-noches como el resto de la gente en toda esta ciudad y país. Las probabilidades son que las maletas de turistas en una línea de bus que va a aeropuerto se tiren más hacia el lado de un poco gustoso asalto. El costo rebajado de un taxi a aeropuerto es de $25 USD. Eso o $27. Algunos hoteles cobran $45, $35 o $20 con adelantos y aviso antes de tiempo.
El bus público en El Salvador ha sido el más barato de toda la región que visitamos. $0.20, $0,60 o no más de $1,20 ya sea a playa, dentro de la ciudad, rutas cortas o lejanas. Pagar $25 por un taxi nos suena a un monumental aumento de costos y a una privación de usar los medios populares.
"nos mandamos a darle" decimos al decidir tirarnos a ver cómo es la cosa.
Salimos con comida empacada por Nico para comer en el aeropuerto, un detalle único en la travesía completa que queremos reciprocar a quienes vengan luego a quedarse en casa.
Por primera vez, caminamos con los pasaportes en la bolsa del pantalón de cada una. Si nos asaltan o algo, lo único que ocupamos es poder llegar al vuelo.
Es paja que a una no se le hace un cierto nudillo en la garganta bus tras otro al saber a lo que se está arriesgando. Se necesita un trabajo mental individual de resistencia por no sucumbir a los pensamientos que jalan todos esos miedos que no aportan nada positivo. Es una auto-inyección de insulina anti-amedrantamientos internos y un supositorio nasal de aires de confianza, aún, en aquello que salimos a buscar desde que abrimos la puerta de nuestra casa. Por Centroamérica se tiene que poder viajar todavía. Si nos pasa algo al final, que eso sea lo que sea.
Muy al contrario, llegamos con ayuda de la gente, con sonrisas, campos donados y mucho cuido. Aparte de llegar hora y media tarde de las 3 horas para vuelos internacionales (tiempo en exceso, además, para un aeropuerto tan chiquito), no sufrimos más que el dolor de saber que no mandé la navaja suiza en el equipaje. La que nos habría ayudado a pelar más de un aguacate, cortar una que otra papaya, la que lavamos en uno que otro lago..... Ahora queda en manos de algún trabajador aeroportuario.
Arvejas, banano, papaya y un mix de Diana....abordamos un avión en el cual vaciaron dos vuelos poco eficientemente programados.
Mis suegros nos recogen a recordarme del pelo que lo ando hecho un cucurucho de nombres de fábula. El entumecimiento es grande ante el cansancio, pero las horas nos agarran hasta tarde poniéndonos al día con todo lo que ha pasado en la casa.
No duramos mucho en darnos cuenta que el trabajo apenas comienza. Que la vida nos espera con un viaje que no termina en vaciar las maletas de la puerta. Muy al contrario, ahora lo que falta es poner todo en práctica.

10 de febrero

Los chicos se levantan mucho antes de las 8. Desde entonces estamos arreglando, revitalizando, reforzando y remoldeando cuestiones en la casa.
Trueques, posibilidades, muchas oportunidades para aumentar el bienestar de muchísimas personas.
Cada gesto, cada costumbre, cada explicación dada.......de todo nos impregnamos un poquito para ir haciendo mejoras a nuestra casa. Estamos a la espera de una serie de invitados. ¡No invitadxs! Miento. Ahora nos preparamos para empezar a ver cómo se cosecha esas siembras de redes y hermandades que hicimos a lo largo de un movido, gozado y sufrido camino.
Ahora tengo una lista de cosas enormes, de la cual me encargo hoy en una pequeña, pero gran parte.
Arúgula, que pensaba iba a estar muerta, hoy se pone a trueque con los tallos más grandes y fuertes que jamás yo le haya visto. Salen muebles, se reacomodan tuberías, ¡seguimos avanzando!

La tarde-noche me agarra entre el abrazo de sueño de mi sobrina y un paraguayo que me abre los ojos a la realidad paraguaya de derechos LGBTQI y su relación con el teatro.
Estoy de vuelta en Costa Rica, pero aún no he aterrizado. Porque yo ya no soy hija sólo de esta tierra, sino de todos los países que desde el principio y ahora más que nunca conozco como mis tierras hermanas.
La vida me trae hecha otra y yo digo que qué rico poder ir soltando esos cascarones.
A brillar, a bretear, que América Latina nos espera.

Monday, February 8, 2016

4 al 7 de febrero

4 de febrero 2016

Empezamos el día tarde. Tan tarde como creemos que nuestro anfitrión acostumbra. Aprovechamos el desayuno tardío para intentar probar las pupusas.

12 m.d. y vamos saliendo hacia el centro. Con pesar de negar propuestas, pero con la certeza en lo que realmente nos gustaría, nos escapamos de las sugerencias de restaurantes al insistir ir a comer al mercado. Hay unos cuantos errores en eso, según meramente todo aquello que nos cuentan: 

1. No se entra a los mercados en Sivar (es lo que nos dicen algunes)
2. No se comen pupusas al mediodía
3. No se entra al mercado de Santa Ana con este corte de cabello que me ando.

Entré ilusionadísima a conocer el mercado del pueblo. Hay una variedad, densidad y ligereza en la experiencia misma de andar por los callejones de un lugar tan propio a la cultura que se visita que no se condensa de mejor forma, para mí, que en el mercado central de un pueblo. Cada mercado me da una nueva vista a los acomodos de las culturas. El de Santa Ana, he de decirlo, está entre los más grandes que hemos visto en este recorrido. Los callejones son numerosos y la oferta es amplia. Lo que me es desconocido, suele serle usual al local que espera detrás, o delante, de su mercancía. Aquí pasamos por una peluquería en donde el corte cuesta 1 dólar. Contemplo si volverme a recortar el mohawk aquí nuevamente, pero Jime lleva hambre y la salida fue por comida - no por mis gustos. Paso en la idea y seguimos recto. A veces esos segundos de pensamientos que se convierten en pasado lo hacen muy sabiamente. Cuando logramos dar con los comedores, se dificulta ubicar dónde comer algo que no tenga animal a su centro. A esta altura del viaje, ya se nos ha hecho costumbre preguntar si nos pueden dar arroz, frijoles y alguna verdura. Jamás esperé ofender a alguien al pedirle frijoles al mediodía, pero lo logré con una señora bien brava que de su comedor me echa como espanta una moscas de la tapa de una olla. Bueno...seguimos el camino pensando que al rato la impulsividad de su chicha no era mi culpa. Así vamos a dar con una señora mayor y una no tanto que tienen tortas de especies, otra de arroz con más especies y unas papas asadas aisladas. Con el hambre que me llevo a ya casi la una de la tarde, le pido arroz, ensalada y una de cada una de las tortas que tiene en el mostrador. Me las sirve justo a la par de 3 pescados que me sacan sus fallecidos ojos estáticos. No hay otra opción aparte de la soda que no sea horchata. Espero que le sirvan a Jime y Manuel cuando se acercan dos tipos a hablarle al chico que nos hospeda. 

Diónde son?! - pregunta puntual uno de los manes en tono grosero.

El primer pensamiento acá es que son asaltantes y vienen detrás nuestro para medir la vaina o para echarle el cuento a alguna. Manuel se exhalta un poco, lo piensa y luego nos escuda diciendo que somos todes "del centro", de por ahí por donde queda su casa. 

¡¿Y por qué se anda ese pelo?! 
¿Cuál pelo?, les pregunta Manuel.
¡¡P'os ese!! me tira la acción con los ojos muy claramente y Manuel finalmente le hace las segundas que todes esperan.¿¡Por qué lo anda!?, comienzan los enjaches, el tono más alto, la mirada más fuerte y la nota un poco más violenta. 
Manuel, al contrario, se enchiquece: No....pues....porque así le gusta a ella.
Yo, a pesar de que no me gusta que hablen de mi o por mí en mi presencia sin permitirme hablar por mi cuenta, veo el lenguaje físico que habla más que cualquier palabra. Ya comienzo a pensar que sería mejor que me metiera para aclararle que soy extranjera. Es la primera aclaración que me han hecho sobre las maras; que no es con extranjeros la cosa, sino entre ellxs. Pero prefiero "humildarme" y no meter la cuchara en una conversación que ya va escalando densa.
P'os no!! Aquí se lo rapamos! se clavan los ojos de ambos tipos en mi mirada y empiezan sus brazos a hacer impulsos para adelantar el pecho. El chico detrás mío se me acerca un poco más a mi espalda. Mi corazón, comprensivo a una velocidad mayor de lo que anda mi mente, retumba al ritmo de un tambor acelerado. 
Lo que Manuel les dice de aquí en adelante no se registra en mi cerebro. 
Comen y andan. El verbo exacto lo recuerda mi cabeza con el movimiento de la suya. No los quiero ver aquí. Ya eso me queda claro.
Manuel tiembla mientras las señoras del comedor, a quienes puedo ver ahora de nuevo, están un poco más curvas en dirección a las ollas al otro lado de la tienda. 
"si querés nos vamos" le digo a Manuel. 
:No...ahí quédense. Pero sí comemos y nos vamos"
Como quien le da play a una escena, la señora vuelve a su acción de servir la comida. "Entonces una horchata?" nos pregunta. 
"Sí, seño'...entonces una horchata."
Le pido el gorro a Jime, pero no lo anda en la bolsa. 
A todo esto, la bella no ha escuchado mayor cosa. Nos mira sin saber qué fue lo que estaban buscando los chicos mientras yo comienzo a comer desaforada con el corazón temblándome en la garganta. 
Cuando termino, le aclaro a la señora que, si muero, sepa que moriré contenta. Las tortas han sido la comida más rica desde el mercado de Guatemala. Bueno, desde la casa de Sergio en San Cristóbal, tal vez. Es difícil medirlo, pero definitivamente fueron un punto de referencia de una sabrosidad mezclada con un poco de realidad bañada como una chilosa pimienta. La señora se ríe y con eso se suelta la energía colectiva. 
"es que así se peinan los del otro bando" me aclara. Y el señor al lado de Manuel, que hasta ahora ha permanecido más que mudo, lo único que pregunta es "y adónde están las autoridades?" a lo cual ella, en la normalidad asumida de una voz un poco más baja, le aclara que están bien "lejos. si ellos les tienen más miedo". Antes de que terminara esa oración, mi mente recuerda que no les veo desde el parque del pueblo, precisamente al lugar al que volvemos apenas terminamos el último grano de arroz que nos queda.

De aquí, entre chistes, risas honestas y algunas de tensión, Manuel nos lleva a una tienda de helado de sorbetera que inauguró un hombre por allá del '56 en Santa Ana. Cuenta la leyenda y confirman las fotografías de periódico en las paredes del negocio que empezó vendiendo en carritos de helado y que, por cada hijo, se iba haciendo de un carrito nuevo que vendía en las calles del pueblo. Así fue como logró su imperio; con la más grande y más comprometida fuerza del trabajo de su familia. Ahora le llaman "La Sin Rival" y empacan los galones para llevar al exterior sin que se derritan. Estoy segura que el helado estaba delicioso y que mi cuerpo, lejos del frío, buscaba en el temblorcillo cómo soltar el miedo de andar en mi cuerpo un signo de enfrentamiento en un pueblo de batalla. No queda más que confiar y recordar que vinimos acá para seguir caminando. 

Entramos al teatro "nacional" que, a pesar de llevar lo nacional como apodo, es el Teatro de Santa Ana. Un museo pequeño en el primer piso recobra los valores europeos de arquitectura. Los pasamos rápido. Ahora lo que me asombra es que estos tours tan coloniales los empiezo de adentro hacia afuera. En vez de ver butacas, busco ir a meterme a escenario. La belleza de un teatro se me ha dado la vuelta y lo precioso de su vista lo encuentro en cómo se percibe el público desde las tablas para afuera. 3 telones a cada lado dan profundidades espectaculares. Butacas a medio escenario y hacia los lados me hacen pensar cómo hacer para que el espectáculo sea de disfrute también para las celebridades que ahí se esconden. La cabina de luces tiene más de lo que una se podría desear para un montaje no tan profesional, pero sí más que amateur. El lugar este está bien bonito.


Con eso cerramos el recorrido y me voy a una cama a descansar un poco lo que el día me tira. La verdad es que no es cualquier día que una despierta a ser confundida con una marera. No sé si MS o DC8, pero entre la una y la otra es más de lo que yo me'speraba al cortarme este mohawk.

Unas horas más tarde, volveríamos al único bar-restaurante que nos recomiendan en el pueblo. Entre ska y reggae, entre una birra y media nos adelantamos la cena. Lo que no conseguimos al almuerzo, lo buscamos en la noche. "Pupusería Gloria" me parece que es el lugar donde finalmente nos dan pupusas de loroco. 3 y 4 o quizás 5. No nos queda mayor cosa que'l descanso para salir temprano mañana al Tunco. 

5 de febrero 2016

Al pobre Manuel no le da ni el intento para salir después de las 8. Puntuales, a las 4 + 4 buscamos camino. De aquí al Tunco hay buses directos, pero no lo sabríamos sino hasta el día siguiente. Por hoy, tomamos rumbo al muelle de la Libertad a un mercado horizontal que se extiende sobre unas tablas marítimas que separan a las manta rayas no sólo de la vida, sino de su agua, y que las reducen de majestuosidades a cuerpos cortados sobre pailas inmensas. Brincamos el intento del Manu por comprar birras en un centro con un rótulo de Subway al frente y seguimos el camino de un bus que dejamos por una caminata bajo el sol de la pista. Una conexión tras la Despensa Familiar nos lleva con un six pack de a $3 hacia el final destino.

La cosa es vastamente más turística que todo lo que hemos buscado a lo largo de mes y medio. Capeándonos hotel, hostel y hospedaje tras otro, damos con el único camping de la concurrida calle surfera de la costa. Entre $5 por acampar en casi que un parqueo a $5 cada unx por un Hotel con nombre de Jade, nos quedamos en un dormitorio lxs 3 entre gringos, australianos, alemanes y unx que otrx visitante local por las noches. El hotel está a la costa de un manglar y el agua de ducha sabe a sal poco filtrada. Por una noche todos mis principios se reducen a hacer del pasaje una breve pausa. El diálogo con los surfos nos deja poco por compartir entre nuestra insistencia por voluntariado y su continuo trueque de un tipo de alcohol u otro. No pasa mucho después del atardecer para ir buscando cama. El Tunco lo que nos ofrece es finalmente un mar en el cual bañar gratitud, penas, el camino andado y aquél que falta. Mis zapatos finalmente se rompen entre las rocas y encuentran en El Tunco el basurero que desde Tiquicia los anda llamando. 3 horas después alguien los había sacado, pero su estado decrépito me hace corroborar el botarlos por vez secundaria. 
La casa se aprecia en lo maravilloso de sus olas; en la calma del Caribe mezclada con los surfos que bailan al final de la vista desde la sombra de los árboles. Mi Caribe no me deja; ni yo lo dejo a él nu'import'adónde vaya. 

Hago un intento que Jime rechaza por acompañar a Manuel a una noche de tragos. Nuevamente, no somos grata compañía en la mesa. De un ron con pausa de una hora para un zarpe no paso. Pero si me preguntan sobre las estrellas, el aspecto de las olas, de la arena y de la poca gente que bailaba entre el blues de unos gringos entre coterráneos, quizás tengo bastantes cosas guardadas en los registros de mi memoria. La vía láctea es una cosa hermosa que'l Tunco me regala. No queda mucho más que la gratitud de una breve pausa por un mar antes de seguir el camino de regreso.

6 de febrero

Check-out es una palabra que no hemos visto escrita en rótulos muy seguido. Con la salida esperada a las 11, la mañana es para aprovechar el agua y la arena. Un baño de despido y volvemos al camino. Esta vez, el bus a Santa Ana sería el destino final para Manuel, pero no para nosotras. En el portón de las Ruinas de San Andrés nos recibiría nuestra próxima anfitriona. Lejos de ser la dueña de la casa donde íbamos, quien nos espera es una mujer con uñas acrílicas y una metralleta a la espalda. Su regalo en la vida sería su mejor esfuerzo por usar dos celulares para llamar a quienes nos vendrían a recoger hasta este punto. Las redes telefónicas nos juegan su pasada. Más allá de Claro y Movistar, aquí el juego lo controla también Tigo, no sé cuál más y no sé cuál otra. No damos con el contacto y la vida nos tira a la pista. Entre carros a casi 100 km por hora no nos queda más que andar con los bultos en busca de un teléfono. Cada vez que lo ocupamos hay gente alrededor que no tiene saldo, aunque sus dedos no paren de teclear un celular en pleno uso. Entre referencia y otra, con quizás uno o dos kilómetros tras la suela, damos finalmente con el portón de la Hilasal. Más allá de la fábrica de ropa, lo que nos sirve es el favor del guarda. La llamada nos tira una nueva misión a la lista. Tomen la 15 y lleguen a la Ceiba. La 15 tardaría quizás sus buenas dos horas en pasar. O bueno, quizás una si la primera hubiera parado para recogernos. Ya en la camioneta amarilla que se pasó de busito escolar estadounidense a transporte público salvadoreño, el pueblo mismo nos ayuda. "Aquí es La Ceiba" nos dice una señora. "me imaginé que para ahí venían" dice después de anticiparnos la parada. El pueblo nos ve subirnos al bus y ya saben para adónde vamos. Dos chicos nos preguntan si venimos para donde Mauricio. Desinteresadamente nos encaminan mientras también llaman por teléfono para avisar que ya nos recogieron.

Nos llevan al lugar al que ellos también venían "a escaparse un rato". Cuando una ve que no salen chicas de ningún lado en un lugar amplio y solitario, el primer instinto es asustarse. 

Hoy la vida me dio el bellísimo regalo de la masculinidad como la he soñado posible alrededor mío. 

Hombres, chicos, varones...¡maes! de los que se dejan de mierdas y nada más se muestran tal cual; como seres humanos que comparten, hablan de sus vidas, sueños, dificultades y placeres sin el filtro social de esconderse, superiorizarse ni aparentar. 

Llegamos a La Burbuja entre buses y esperas. 

Los chicos, todos varones reconocidos como tales a sí mismos, se organizan libremente para hacernos sentir bienvenidas. Uno le pide a otro en inglés que nos de el tour por la propiedad. El tour incluye aprenderse cuáles plantas son cuáles; cuáles se pueden cortar y cuáles no; cuáles comemos y cuáles dejamos crecer. La gracia es que mañana al desayuno no nos deban mostrar de nuevo adónde queda todo para poder colaborar nosotras. La mayoría aquí da frutos que se comen; excepto el cactus de San pedro, que es el único que se comercializa para ingresos comerciales que sostengan la finca. Con cada ceremonia, cada persona que ingiere el cactus tiene asignade un acompañante. Entre 12 y 24 horas se puede hervir la bebida, según nos dicen. Aunque el efecto es el de un alucinógeno, el objetivo no es ése, sino abrirle las ventanas del cuerpo a la gente para que encuentren sus caminos, resuelvan sus dudas o sanen sus heridas y sus miedos. La última parada de la propiedad la pasamos entre matas que se guardan para regalar en el mercado. Ahí que la gente que no tiene espacio regale lo que quiera a cambio; algo así como un trueque sin necesidad de ser reciprocado. Nos agarra la bomba de agua, a lo cual nos explican que eso llama a que reguemos las plantas. Hay tubos por doquier y estratégicamente colocados como para ayudar a rociar todas las siembras. Las matas que quedan fuera tienen baldes para poder bañarlas. Pasamos una hora entre mosquitos, matas y agua. La conexión con esta tierra se da rápidamente. Al terminar, la prevención del zika, que tanto he obviado, me la rocía un repelente. No pasa mucho antes de que ya se pida comenzar la cena. 

El acuerdo acá nos quedó claro desde la pura venida. La estadía es gratis. Y la comida es libre une de prepararla por su cuenta. La gracia, no obstante, es comer en comunidad. Y para eso la contribución sin mayor obligación alguna es de 5 dólares por persona. Chilli, el hijo del co-creador de todo este proyecto, nos acepta que aportemos con alimentos en vez de dar dinero. Así cocinamos juntes y compartimos entre todes. 

Salimos, entonces, por quesillo, pasta de tomate y masa. "Vamos a enseñarle a las ticas a hacer pupusas". La masa la conseguimos en el pueblo por parte de una señora que nos las da en una paila que nosotres mismxs llevamos. Quienes nos encaminaron a casa son lxs mismxs que nos llevan por las compras. El quesillo está agotado entre las 4 tiendas del pueblo. Media libra donde una y otra libra en otro lado. La pasta de tomate no se consigue. El camino en Sivar nos ha enseñado lo suficiente como para saber que con hierbas bien podemos llenar las pupusas de buenos sabores. A la vuelta, ante la noticia, es justo eso lo que hacemos. Berenjena, "chaya", ortiga, albahaca, orégano de los 3 tipos y, para la ensalada, mucha papaya verde, pero esa va rallada. El quesillo va con las especies, la berenjena bien picada y la chaya igual, pero al lado. La masa se hace una especie de "placa" en la palma, se llena con un poco de todo, se hace una bolita y ahí mismo, entre ambas manos, se palmea. Va al comal que ya un chico tiene dominado entre el ardor del fuego y el espacio en el mismo. 3 o 4 hombres nos enseñan y eso despierta conversaciones de todo un poco, entre ellas el cómo es inusual que no sean mujeres las que palmeen tortillas o hagan las pupusas. Entre todes cocinamos y entre todes nos las comemos. Salieron unas quince más de lo que las 10 bocas logran devorarse, por lo cual se quedan para servirse tal vez mañana. 

Nos invitan a una fogata al fondo de la propiedad y no aceptarla sería un fallo. Entre un charango, una zampoña y una guitarra, nos tiramos a veces a hablar y a veces nada más a escuchar el son del alma o el instrumento (que para nuestros efectos van a ser exactamente lo mismo) de alguien. "se sigue lo que te surja; conectáte". Aquí las instrucciones para lograr las cosas son más comúnmente el "concientizáte" o "sentílo" de lo que son manuales verbalmente transmitidos. 

Casi a medianoche me voy a dormir sintiéndome maravillada porque la vida se me corrobora. Vivir esto es posible. Lejos de ser un sueño, hay lugares en donde esto ya son realidades. En donde estar entre 6 chicos salvadoreños, muy lejos de ser una preocupación, es una de las grandes bendiciones de este viaje. Nos hicieron una fogata, pero no sin antes preguntarnos si nos gustaría, si estamos muy cansadas o si lo disfrutaríamos. Nos preguntaron si echarle ajo al relleno, pero no sin antes contar otros 6 votos para ver qué decide la mayoría. Los votos son eso; un censo para decidir qué se hace en La Burbuja. Hablar desde el corazón es una normalidad y hablar de los 3 cuerpos de lo físico, lo consciente y el alma es la plática normal alrededor de las llamas. "Queremos oírlas hablar" y todes hacen profundo silencio. Pasé más de diez horas esperando la típica risa burlista ante algún comentario que consideraran estereotípicamente femenino. Nunca llegó, porque aquí eso no existe. La risa es sobre imaginarios, posibilidades o cosas que se hacen o dicen, pero nunca en son de burla, sino compartiendo lo gracioso de esas vainas que surgen. 

7 de febrero

Me levanto cuando ya otres llevan camino avanzado. Me cambio pensando que debo salir a la tienda para aportar al desayuno. Christopher, un chico apasionado por la cocina, revisa amablemente conmigo el inicio del día en la cocina para ver qué hacemos. La abundancia es suprema y el gasto innecesario. Convierto mi aporte en esfuerzo del cuerpo en alistar lo que lxs demás puedan desayunar al despertarse. Como no como huevo, hay avena que me repara mejormente el plato. La consideración por la dieta fue clara desde el principio. "son veganas? comen leche? qué no comen?" y así se mantiene el respeto a lo largo de toda nuestra estadía. La mesa se extiende cada comida entre más de 8 o 9 pares de manos hasta unas 10 u 11 lo más. Cada quien lava lo suyo; siempre alguien verbaliza gratitud por lo ofrecido y hecho. Siempre comer es compartir y dialogar un rato. 

Después del desayuno hubo un tiempo de descanso. Hoy es domingo y la finca no se acelera tanto. 

En medio del patio hay una torre de la cual nos hablan desde que bajamos del bus y camino a la finca. Usamos el rato para ir a visitarla, pero el mareo en la cima me hace bajarme más rápido de lo que aguanta una lectura de unas 2 o 3 páginas de mi libro. Lo que ando en la mano es un regalo de Manuel antes de bajarnos al bus de La Ceiba. Cuando lo abro, encuentro una dedicatoria bella que nos insta a no dejar de viajar ni cuando nos tope la muerte. Me regaló una obra de teatro salvadoreña que para él es favorita. Entre el coco de los árboles y la palma que se pandea, me cuesta un poco mantener el equilibrio sin sentir mareo. Me bajo y busco las hamacas en el salón principal de la casa. Sin quererlo, recupero el sueño de una noche en la cual dormí profundo, pero escaso y en eso llega un chico a compartir un arte de graffiti en la casa. "Quién quiere colorear?", pregunta. Y así de puesto y sencillo la vida me hace nuevamente verificar que los pensamientos rápidamente se me convierten en realidades. Cómo disparar el spray desde la línea, las distancias, las diversas posibilidades. Hoy aprendí a graffitear entre un grupo de gente de un artista verdadero. 


Sin darnos cuenta, nos llega la hora del almuerzo y la contribución nuestra no ha llegado para cuando están todes a la mesa. Salgo, entonces, corriendo en una bici que me prestan para ir por tortillas y queso. Queso no es lo mismo que quesillo. La bici, entre una manivela alejada del asiento y unos pedales que contrastan en una proximidad significativa a mi pierna, me hace dudar si logro subir una cuesta que luego bajo sin freno alguno. Entre las piedras pierdo el equilibrio hasta que me recuerdo que para algo estudio teatro. Problema resuelto si me concentro y agarro el centro. La bici funciona a mi favor y no en contra. Las tortillerías ya no tienen más de lo que buscamos. Ah sí, el mismo chico que nos trajo del bus el primer día y nos acompaña a las compras es el mismo que sale corriendo conmigo a última hora para traer lo que nos hace falta. Su amabilidad es significativa; tanto como para esperar conmigo a una señora que abre su puesto en la casa y nos busca sombra mientras nos hace el favor de prender la plancha para tirarnos lo que palmea. Para cuando llegamos a casa, entre un freno improvisado con mis tennis a la carretera de polvo o a la parte de la llanta trasera, la mayoría ha comido y sólo quedan unos cuantos que comen queso con tortilla mientras nosotros aprovechamos los platos que nos han dejado intactos. 

Ahora sí, podemos hacer un poco de trabajo en la tierra. Cortamos unos palos de guineo para bajar unas siembras y re-cortar los espacios. Las ticas colaboran en jalar los palos tanto como los chicos. La cosa siempre se hace en colectivo. Luego de eso regamos entre todes antes de dejar el espacio libre para ir a jugar futbol a la plaza vecina. 


Juré que aquí tendría que pasar por la eterna hazaña de tener que comprobarme en mis primeras jugadas para que me pasen la bola. Es lo que me suele pasar cuando juego entre chicas en mi tierra. Todo lo contrario, la equidad permanece, tanto en el trato físico como en el verbal en medio de un juego amable.


"Thank you, Krishna, for me to be chilling and playing ball with my friends" dice un chico desde el alma en un grito hacia el cielo en medio partido. La gratitud se les sale por la vida desde los poros y a mí lo único que me queda es la sonrisa sincera de apreciación por poder estar aquí en medio de todo. No puedo evitar respirar varias veces tratando de reconectarme con el presente. Ni en el pasado ni el futuro me sirve estar para no perderme nada de lo que esta gente me ofrece. Me ofrezco de cambio tras cierto tiempo de juego y los chicos al contrario me piden que siga jugando "porque es que queremos jugar todos". El placer es grande y el marcador sólo me importa para vacilar a quien me manda. 

Salimos al caer el sol de una plaza bella y vacía; rodeada de árboles y muy bien cuidada. A la vuelta, recogen unos pastelitos donde la señora del puesto de la esquina. Quedan para la cena para la cual aportamos pero poco se ocupa que cocinemos. "pidan antojos que vamos de salida" les decimos a la pelota que está jugando cartas. Café y pan dulce es el pequeño gasto del día donde una señora de una tienda que nos trata de alivianar los costos sin mayor motivo que su evidente solidaridad con la causa. 

Hoy después de la cena no hubo fuego o mayor cosa. Nos acostamos temprano mientras dejamos tácitamente que todos los de la casa tengan y disfruten su domingo en la noche a solas. Alguna película y mucha plática parecen haber compartido mientras yo me iba a acostar tranquila por las múltiples dádivas del día. 

La verdad es que salgo de La Burbuja sintiéndome enamorada de estas masculinidades. Hombres que se han trabajado individual y colectivamente por las vueltas de la vida y se encuentran todes a sus veintes en la sinceridad de sus personalidades. Quedo enamorada de los chicos en su colectivo, de la casa en su dadivosidad y de cada uno en lo que ofrece. Me siento respetada, honrada y valorada, pero, sobre todo, siento un alto nivel de respeto, agradecimiento, amor y afán por el regalo de la vida de encontrar a unos hombres y a un lugar tan increíble, pero a la vez tan tangiblemente cierto. Los sueños son realidades que alguien más ya ha forjado y mi trabajo en esta tierra se me va moldeando cada vez más claramente conforme pasan los días y paso por la gente.