aquí la cosa es nunca perdiendo la esperanza.
nunca dejándose perder la ilusión,
el motor,
la causa.
en la causa está la esencia.
o al menos debería.
aquí la cosa es no dejándose bajar el piso,
pero tampoco alzándoselo demasiado.
es algo entre nunca estar cómode y siempre estar en paz con une misme.
la excelencia es un estándar.
no sirve más para que medir gente en un mundo en donde medir no sirve de absolutamente nada más que para calcular distancias, alturas y anchos.
la gente no se mide con ninguna vara heterogénea.
ni siquiera con una diversa.
la diversidad no es más que un calificativo explicativo quizás algo redundante.
me harta hablar de las artes como si hubiese alguna certeza.
lo que hay son percepciones, entre las cuales la mía es la primera equivocada.
ponerle el corazón a algo.
entregarse.
mandarse durísimo.
si no es pa' eso (y en el proceso gozá'la),
tons ¿pa qué matarse haciendo lo que hacemos?
lo genuino de entregarse a lo de une.
lo súbitamente divino de ver gente queriendo hacer lo que hace.
para gritarse, "corregirse", ordenarse y mandarse ya están todos esos sub-mundos babylónicos que le sirven a los reyes de los dineros.
para hacerse zancadillas, traicionarse, odiarse y ni siquiera querer escucharse están todos los espacios citadinos que nos llevan a creer que pelear es un derecho.
yo ya de eso tengo muchísimo trecho.
ahora de verdad me vale más mi compañera de escena que disfruta una canción tratando de alegrarme el día.
me importa más un té, un abrazo, el calor riquísimo de una sonrisa (ojalá compartida) que se extiende a lo ancho y alto de una sobremesa.
para tratar de ser el próximo Bieber, Pavarotti, Nicholson o Coelho hay demasiadas maneras de cagarse en la gente, en sus necesidades y gustos.
para ser la mejor versión de quien son, no hace falta más que desearle a alguien que sea quien quiere ser hoy (y no mañana o pasado).
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