Monday, February 1, 2016

29, 30 y 31 de enero

29 de enero del 2016

Tengo que tener demasiado cuidado con lo que me deseo. En la gran mayoría de los casos, tarde o temprano mis pensamientos se convierten en realidades. Me da susto saber que citas de cosas bonitas que circulan en libros de autoayuda o en los perfiles de la gente en internet sean líneas de cosas que me debo dar cuenta son ciertas en mi caso. Asusta. Da susto. Porque entonces no sé ni qué pensar. Y aquellos pensamientos que manipulo ya no son eficientes. Creo que lo que se vuelve cierto es aquello que para mis adentros me digo, lo que realmente quiero y lo que, de una forma u otra (positiva o también negativamente) me conviene en el camino de mi vida.

En fin, salimos de San Cristóbal en combi hacia Toniná. Para hacer eso, inevitablemente hay que parar, visitar y trasbordar en Ocosingo. Es un pueblo bonito, me parece. Jime difiere. Yo lo que veo es mucho acomodo cultural en lugares ricos para estar. Entramos muertas de hambre al mercado. Otra señora, esta vez en sandalias, muy blanca y con algo de aires pretenciosos de ser la dueña, se sorprende de nuevo por nuestra necesidad de ausencia de carne en la comida. "¿¡¿Y entonces qué comen?!?" nos dice en sorpresa. Hartamente sarcástica mezclado con un ínfimo de paciencia le digo que frutas, verduras, granos......No sé ni para qué lo hago. Aunque nos sirvió verduras de un guiso de carne con tortillas y arroz, su idea inicial era darnos unos cocteles de fruta con la misma verdura que nos terminó dando al final. Le pregunto adónde hay un baño y me dice "d'este portón al que sigue y luego en la virgencita de la candelaria". Ejercí muchos años el catolicismo ferviente, pero ni aún así sé cuál es la virgen que me anda diciendo. Soy una ignorante. Camino por pasillos y tiendas hasta dar con lo que finalmente creo que fue la adoración que nos decía.

Poca gente se queja de que a Toniná no se le visita mucha. Que es que no le hacen mucha bulla, dicen algunxs pocxs. A diferencia de otros lugares, debemos comenzar porque no hay siquiera una terminal compartida con el transporte público que entra y sale de Ocosingo. Lo positivo es que le obliga a una a recorrer todo el pueblo antes de poder avanzar. Por el binomio negativo, no mucha gente se va a tirar con mochilas por las calles llenas de carros, ventas que abarcan las aceras y el local que tranquilo ha construido su vida. Eso no es culpa del pueblo, sino del viajante. Pero bueno...tras comer seguimos el viaje en otra combi nueva. Esta es la única y primera que, en vez de tener los asientos de la urvan tal cual, tiene bancas de madera acomodadas a lo largo de los costados. No comprendo los cambios, porque la cuenta de personas da exactamente lo mismo. La diferencia, quizás, es el dejar de usar el techo para los bultos y facilitar el uso de maletas al centro del montón. El paso por la Universidad Técnica de La Selva nos demuestra que estábamos en una línea de transporte universitario y que de turistas sólo quedamos nosotras. 


Toniná, aparte de tener el museo de arqueología más interesante de estas zonas de ruinas que hemos visto recientemente, es el único sitio al que hemos entrado de manera gratuita. Es enorme la injusticia de su soledad; casi tanto como lo sorprendente de su preciosura. Finalmente doy con cierta comprensión más práctica y útil para la lectura de los glifos. Las explicaciones sobre el sistema numérico, de calendario y de las épocas me facilita de ahora en adelante la lectura de todo lo que seguiría. Sergio nos decía en San Cris que le parecía increíble que nos supiéramos los números romanos cuando estaban los mayas. Todo llega a su bello tiempo y ahorita es el momento para dejarme de excusas y practicar lo que fácil y dignamente se aprende. 



Contrario a muchas otras zonas arqueológicas, las edificaciones en este lugar tienen diversos accesos internos por los cuales aún se puede caminar. Soy una gallina y al que estaba completamente oscuro no me atreví a entrar hasta el final. Admiro el inframundo y la conexión que tenía con la cosmovisión indígena, pero los miedos de infancia no dejan de ser eso y aún a mis 32 no puedo entrar a un lugar en donde ni la mano al frente me logro ver. Menos con tanta trayectoria para atrás. Una chica sale de ahí diciendo que la oscuridad le cambió la vida. Algún día volveré y lo haré como si nada, quizás. Mientras tanto, las escalinatas se convierten en bellos "laberintos" por donde me pierdo con absoluta tranquilidad y enorme pasión antes poco reconocida. La subida por estas gradas es vastamente grata, con bloques chicos pero constantes hasta llegar a la cúspide del observatorio. La vista desde ahí arriba es sencillamente increíble. El viaje ha sido largo y la estadía, por ende, debe ser corta antes de la hora de cierre. 


Un camino de regreso a Ocosingo nos permite agarrar la celebración del día de la Virgen de la Candelaria. Muy bien - ahora sí sé bien de quién hablan. Entre candelas hechas de latas de coca cola cubiertas con papel, la procesión nos muestra una amplia gama de manifestaciones de religiosidad y cultura de Ocosingo. Creo que eso incluye tirar confites gringos a las masas de niñxs que les esperan. Eso y un payaso al final de la procesión, pero ¡bueno! 15 minutos como espectadoras - que es lo que tardan todes en pasar - y seguimos en el camino hacia Palenque. Mi clase de tzeltal dura dos horas y media entre hombres al frente y hombres atrás que se pasan todo el rato dialogando. Todavía me cuesta ubicar el principio y el final de ciertos sonidos; las pausas entre palabras desconciertan un poco, pero el sentido de las frases los da el cuerpo y los brincos de castellano en uno que otro dicho o palabra sin traducción en activo uso. 

Nos agarra la noche para cuando llegamos al centro. Sin más remedio que pagar un taxi, llegamos al famoso Panchán. Es un lugar en la selva con un par de restaurantes. Se lo pelea un menú italiano y uno alemán artesanal. La primera noche se la damos a la señora del lugar con un puesto humilde donde lo que halla hacernos es una quesadilla de frijol con quesillo. Ante la guía de una israelí, encontramos bien donde acampar. Nos alejamos de las plataformas de cemento y las de madera que ya están tan ocupadas como las apiladas ramas que les cubren como techo. Nos quedamos entre ramas y piedras bien cerquita de la tierra. Es sábado, así que la fiesta alrededor es considerable. Escogemos la noche profunda y dormir al son de los infatigables monos aulladores. 

30 de enero 2016

Panchán queda justo al lado de la primera caseta de la zona arqueológica. 3.2 km nos separan de la entrada principal. Lejos de seguir carros o buses de lujo, nosotras caminamos. El camino es gracioso; tras el "museo de sitio" hay una entrada/salida que más tiene de lo segundo que lo primero. Nos ahorra un kilómetro doscientos, así que la tomamos. Vamos contracorriente y eso es justo lo que amamos. Entrar por las salidas; casi que de eso se ha tratado todo este viaje. Empezamos por el arroyo, entre aguas y ríos. La cascada y los puentes. "Los murciélagos" se llama por acá el grupo.  
La gente es cordial, pero también escandalosa. Al rato ya me resulta inevitablemente estorboso. No comprendo cómo es la importancia primordial de su viaje el posar en rincón tras otro en un escándalo propio de un mall o un mercado de pueblo. Ya ahora me pregunto si no hay valor a un viaje sin el selfie de moda o si la visita a un lugar tan sagrado no se puede comparar de manera alguna con un retiro, aunque sea un rato, de un sitio comercial de paso. 

Quizás eso explique por qué hay tantas malas interpretaciones de lo que miran. Un señor confunde una escultura de adoración con una fuente ornamental "que sacaba agua" como las que se ponen en las plazoletas, una señora confunde dioses con números y hay quien mira una ceiba aparentemente por la espalda. Lamentablemente los guías no nos ayudan acá lo suficiente. Un señor entrado en años en un inglés bastante autóctono deniega el uso conocido del patio de los cautivos para otorgar su propia versión sobre orgías y demás rituales canibalísticos. "the rest is bullshit" le dice a una señora que me mira a punto de pedir un cambio de guía. Mis propios sesgos adicionales tendré yo todavía. 


La visita a Palenque, aunque deficiente en relación con lo magnánimo del menospreciado Toniná, me deja una mayor comprensión sobre el acomodo y las funciones de las grandes construcciones mayas. El desacuerdo en muchos datos aún me deja sinsabores sobre las supuestas investigaciones que han requerido sacar tanta riqueza de estos lugares hacia otras metrópolis. Para comprenderlo en la magnitud de su previa belleza completa aún se requiere cierta capacidad imaginativa y los colores, restantes ahora sólo en la tumba de la reina roja, son baños que hago a ojos entre abiertos y cerrados. 





Toda la artesanía que se vende repite patrones que hemos visto a lo largo de nuestro brevísimo recorrido por Chiapas. No llega nada distinto al Panchán más que el absinthe que'l alemán vende a la cena en cobros de 100 dólares tras otro. Nos regalamos a la noche temprano para salir a las 6 mañana hacia Bonampak y Guate.

31 de enero 2016

Creo que aquí es donde comienza todo el robo. Quizás me habría sentido mucho mejor, o al menos un poco, si hubiese sido 31 de diciembre y no de enero. En nuestra experiencia al sur de México el sacarle plata al turista es como el chile en la comida. 

Al abordar un combi en el centro de Palenque hacia Benemérito, jamás pensé que iba a tener un contacto tan extenso y cercano con las filas interminables que representa el crimen organizado. Lo debí haber sospechado desde el cambio de lugar que le permite el chofer a un hombre a la vuelta de la estación sin siquiera haber salido de ella. Su copiloto ahora sería más su jefe o su socio. Las mismas dos horas y media de viaje que antier me sirvieron de clase de idiomas, hoy fueron una cátedra extensa sobre el tráfico de personas. Esta vez ya no desde el pasajero, sino desde los hombres que los llevan. Hombres que han estado en cárceles, que han escogido matar a manera de resolver conflictos, que hoy se organizaron para facilitarse el trabajo. Es gente que no sólo ha dado nombres completos y exactos de las cabecillas de migración, policías federales, estatales y de los jefes de grupos de trata de gente. Llevar pasajeros para ello es algo meramente secundario. Entre vans identificadas en sus puertas con datos comerciales, los choferes se alertan sobre retenes y ladrones. La competencia es dura y ellos se ven unes a otres como gente que meramente hace su trabajo. El camino, interminable para ser cierto, era de carro tras otro; ya sea camión, vagoneta, combi o particular. Los "mojados" viajan en pilas, por montones y en filas que van nutriendo lo que llaman líneas de tráfico de personas. El pacto tuvo su rato para irse armando. Modelos de vehículos, condiciones mínimas para los pasajeros, los puestos principales de revisión, cuáles policías comprados, desde dónde hasta dónde, cuáles sierras, cuáles ríos y en cuáles lanchas, planes A, B y C, rutas usuales y rutas descartadas, historias de cárceles, fugas y todas sus relaciones. Quisiera borrar de mi mente las caras de estos tipos y darle a mi boca más capacidad de juicio. Quisiera haber podido hablar en defensa de esas niñas secuestradas a lo largo del camino; por la gente que botan a la calle para librarse de una bronca de la cual ellos mismos son los primeros protagonistas. Quisiera hablar con la gente en estos buses y explicarles lo lejos que está Houston de ser una mecca para nadie, de lo mejor que están con las tortillerías de tres tiempos y sobre lo inútil de los pagos abruptos y voluminosos a hombres que en ningún momento les van a proteger de perder sus vidas. Odio las miradas tristes y tácitas de gente en la parte de atrás de un camión conducido por matones. 4,300 dólares por un oficial de migración en la parte sur de México. "si vas con niñxs, te acusan de secuestro" le recomienda uno para que pregunte siempre por la madre. 30 para mí, pero 15 para ella dice de la mujer que "si me quema, la quemo". Horas irreconciliables de más datos de los necesarios. O al rato, quizás, justo lo que ocupaba para darme cuenta de lo que faltaba. Del testimonio a primera mano de un mojado a la conversación eterna entre un coyote y su transportista. La parte que me falta del oficial corrupto mejor me la brinco, porque, si la pienso, me la recetan, y es más de lo que yo creo que yo aguantaría. 


El robo de 240 pesos por entrar a Lacandona a ver Bonampak fue descaradamente automatizado. Es taxi o taxi, porque aquí nada más entra. Y, como tal, ellxs ponen su cifra. Ya los chalecos del turismo gubernamental no me significaban absolutamente nada. 20 por persona para esto, 65 por aquello, al entrar a las pinturas el intento de doble cobro me era irrisorio. Empecé el día con mil pesos que se agotaron para la media tarde en llegar a 1 solo lugar. La conversión no es justa a lo exagerado de los cobros. El cambio a colones o dólares es precisamente el pinche consuelo de quien no se mide por la vara interna. La lancha que cruza 20 metros salió a más de lo que costó el bus de 6 horas hasta llegar a Flores. De verdad que el dinero no es más que un papel y entre tanto descaro lo mejor es sólo darlo y pensar, ver, sentir y vibrar pa'otro lado. Con el desgaste de ánimo, ver Bonampak, encima con el límite impuesto por el taxista de una hora, fue tarea un poco difícil. Sin embargo, mi percepción de nuestras culturas originarias no podría jamás ser el mismo hoy sin haberlo visitado. Lo que en Palenque me hizo falta, hoy Bonampak complementa. Las pinturas hablan por su bellísima cuenta. 









Así, cruzamos una frontera tras otra, aunque ninguna fuera frontera realmente. Hay un pueblo que se acaba en una venta de artesanías. De ahí bajamos por el lado carero de un muelle para no usar las lanchas más comunes, patrocinio grato del lanchero que le habló a nuestro taxi mientras sellábamos el pasaporte. Si una no pide pasar a sellar, la costumbre por aquí es seguir recto. Al salir de la panga, aparecen los cambistas. Eso lo que me asegura es que vamos por el camino esperado. Esta vez estoy harta y me meto a un hotel chiquito que gerencia una señora a pedirle el cambio. Hastiada, le soy ampliamente honesta. "Yo sé que usted no hace el cambio, pero prefiero que se deje usted dos pesos por dólar a regalarle cuatro a esos ladrones" Ella sólo se ríe. A veces, muchísimas veces, sólo eso falta para corroborar cómo corren las cosas. Las monedas mexicanas, que ya no quiero ni ver las gastamos a cambio de dos frescos de rosa de jamaica. El bus, el único que sale de aquí, va hasta Santa Elena. Son quizás unas 5 horas de camino de polvo. Mi pelo está tieso de tanto recibir tierra por medio de una ventana abierta que me dice que toda la selva - o ahora quizás yo diría que monte - a lo largo de todo el camino está igualmente dura con el baño ocre que le ha ido haciendo el tiempo. Llegamos a Flores cerca de las 5:30 de la tarde a tomar por 16 pesos un mototaxi regateado con lo poco que nos queda del cambio de moneda. Tal vez ingenua, tal vez sabiamente, la cosa es que congelamos los cincos que nos quedan de aquí hasta El Salvador. Así que pasaremos en esta isla un par de noches antes de seguir el camino. Más días en Guate entre comunidades originarias o unos días en servicios de voluntariado en las playas del Salvador antes de llegar al Sansa que es último que nos queda. 


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